sábado, 21 de septiembre de 2024

un sahumerio de jazmín

Falté a casa docenas de horas estos días, de modo que antes de dormirme enciendo una vela a medio hacer de las semanas pasadas. Saco una carta, me hago el mate, prendo un sahumerio de jazmín y rizo mi pelo, mi pelo, mi pelo después de bañarme. Qué misterio tan grande, dejar nuestros ojos sueltos y de repente ver. Son ritos escasos los que celebro en esta casa para que ella vea en el tumulto de la noche por mí. Tú estás aquí, le digo, eres firme como la roca sobre la que edificaré mi iglesia. Así no esté aquí, tú estás aquí. Siento mientras duermo la gravedad que ejerces, las lunas que atraes. Te entrego mi cuerpo, mis bienes preciados. Cierro los ojos en algún momento que solo tú conoces, presta como estoy a empezar de nuevo. Tejerás mantas de bijouterie para ocultarme.



el mundo es ancho y ajeno



Cuando hay noticias como ésta, donde humo de incendios -lejanos o cercanos- llega hasta nosotros, un poco me asusto por mi bienestar pero otro tanto considero que está bien pase por mi cuerpo un pedazo de esas desgracias. Como cuando tuve covid, cuando tengo ansiedad o cuando me subo a un auto, intento participar de este mundo. No tendríamos por qué ser especiales. Si el humo de un incendio pasa por mi cuerpo, con esa mezcla de enfermedad y malestar que deje dentro suyo, estaré tratando de filtrar a través mío algo, ínfimo, de lo que sucede en la superficie del mundo. Como dicen sucede con el aluminio o el plástico que en rodajas chiquititas comemos.... ¿Por qué no lo comeríamos si todos lo comen, si mis estudiantes, por ejemplo, lo comen? No estoy pensando bien, seguramente. Solo intento regresar de los olvidos donde alojamos nuestros deseos de transformación, desasirnos de la exclusividad que proyectamos como futuridad alrededor nuestro. Estamos aquí, en esta insolada tierra de penas y dichas. Si de veras queremos mirar a nuestro alrededor, entonces necesario será participar de este mundo. Hacer parte incluye esta semana el humo de los incendios, como tantas otras los químicos de la agricultura que sostenemos o los escapes de los autos, cigarrillos y fábricas propias y ajenas.

Ninguno de nosotros puede hacer mundo por sí mismo. Nuestras casas no son un mundo, nuestras aulas no son un mundo. Nuestras comunidades no son un mundo. Si aún queremos mundo, mundo no será como nosotros queramos.  Podrá agradarnos, podrá desagradarnos, podrá hacernos bien o hacernos daño... pero no podremos decidir solos por sus contornos, sus modales, sus historias. Estar encarnados incluye esa denegación, ese corte sobre cualquiera de nuestras alas. Quizás puede haber tiempo luego para ser ángeles, quizás nunca lo fuimos. Pero aquí, en el mundo, en el último arcano de la baraja somos parte del incendio y del agua que lo apaga, estamos hecho de humo y musgo, estrella y cemento. Este es el mundo que hicimos, este es nuestro nombre inscrito en la profundidad de su conciencia. ¿Cuántas porciones de horror podemos alojar en casa estos días? ¿A qué dolor podemos adoptar? ¿A qué pena ajena podemos sacarle su orfandad? Llevemos en nuestros pechos, en nuestros lagrimales, en nuestros sueños pedacitos de la pena y la dicha del mundo. Intimemos con todo esto que nos es ajeno y parece estarnos esperando a nosotros.


-----

foto de Ivo Betti

domingo, 1 de septiembre de 2024

A veces me hago el mate antes de dormir aunque tome pocos y permanezca casi intacto hasta la mañana siguiente, cuando ya no sirve. A veces me hago el mate antes de dormir para convocar al sueño en cada gesto, atrayéndolo con la costumbres de la vida. Como si quisiera endulzar sus oídos diciéndole la vida sigue cuando estamos a punto de ser hechizados.

En verdad, a veces me hago el mate antes de dormir porque preciso aliviarme sintiéndome libre y para mí, desde hace mucho, la libertad se vincula a una experiencia del tiempo, a su apertura indecidible, a tener tiempo aunque no sepa para qué, aunque sea tanto que me atore. En una entrevista Leila Guerriero decía que para escribir necesitaba tiemplo amplio y despejado, saber que tendría toda la tarde para sí, que no seria interrumpida siquiera por el menor de los mandados. A veces necesito tiempo así, otras encuentro las aberturas del tiempo andando, en camino a una ocupación, en medio de una tarea. No es un animal manso el tiempo, sino ubicuo, contradictorio, ecléctico. No sabemos ni de sus caricias ni de sus dentelladas suficiente para dejarnos llevar por él, no se entrega a nuestras faldas ni cabalgamos confiados sobre su lomo.

Si sé que se adhiere al cuerpo, se siente en él, le brinda pesos o liviandades, ritmos, idiomas, sagacidades. Me hago el mate para saber que el tiempo aún está allí, conmigo, a los alcances de mi mano, listo para ser atravesado como el espacio que también me dice, a medida que entro al tiempo, a medida que la noche se vuelve tiempo, que todavía puedo tocarlo, que aún no sé sobre el territorio, que no he perdido la primicia del mundo.




crucigramas deshechos



Anoche mi sobrina me preguntó si había visto Looniversidad, una versión contemporánea y rarísima de los Looney Tunes que pasan por Cartoonetwork, ya que ella no está cuando lo pasan. Le dije que sí, y que no eran la gran cosa... Además de que me gusta mirar dibujitos cuando prendo la televisión, me permiten quedarme un tiempo más pensando en cómo son los niños cuando son niños. La cultura de la infancia, de la que forman parte tanto los dibujitos como la escuela, la literatura infantil y la tradición oral, la ropa y las publicidades. 

Conociéndolos, intentando estar cerca de ellos a medida que crezco, no creo que los niños sean puros ni sinceros. Ellos siguen, como nosotros, los modales de la realidad. Sí creo que están intensamente vivos, con una forma de relacionarse con el tiempo y el espacio que nos recuerda y abre posibilidades olvidadas o clausuradas del cuerpo, el trabajo, el día a día.

La película que vimos anoche se llama Vivo, es estadounidense y fue estrenada hace tres años. Comienza en Cuba, donde un músico callejero actúa en la plaza junto a un monito llamado como la película. Él recibe una carta de su antigua compañera artística donde le invita a participar del último de sus conciertos en Miami. Hace décadas emigró de Cuba por un contrato musical y allí tuvo, a diferencia de Andrés, una carrera exitosa. Andrés muere antes de ir a verla, por lo que dos familiares suyos, una mujer y su hija, viajan para ordenar sus pertenencias. La pequeña trae en su maleta al monito que quiere entregar a la artista una canción compuesta por Andrés antes de morir y para hacerlo se embarca en una aventura que, aunque dure un día, se llena de condimentos entre la niña y él que pasan a ser los protagonistas del relato, como en innumerable cantidad de imaginaciones infantiles donde es a los niños a quienes se pone en acción.

La fábula que traza la película parece todo el rato previsible, con la representación del gobierno cubano mediante. También porque en medio pasan juntos por un área protegida, visitan animales en peligro de extinción y critican algunas posturas tanto de la gran ciudad como del veganismo. Se queda, el discurso oficial del film, en un punto medio y en una pacificación final entre La Habana y Florida que refleja hasta qué punto la infancia está llena de buenos propósitos, en el peor de los sentidos. Sin embargo, hay momentos que me parecen muy lindos en términos de imaginación. 

Uno es cuando nuestros protagonistas cayeron sin querer sobre un barco arenero y deben encontrar la manera de volver a encaminarse a su destino a través del agua. La niña construye en ese momento un bote con materiales sueltos por allí y lo lanza al mar para que naveguen. La imagen es una inversión de los inmigrantes cubanos que navegaron en barcos clandestinos entre Cuba y Miami, que es también y por otro lado el destino aquí. Otro que me gusta es la imagen final de la calle donde vive la niña y su madre, ya que en la película aparecen tres tomas de las calles como escenarios de la vida en común, de la política, el comercio y la sociedad. La primera de La Habana contrasta fuertemente a los minutos con la de Florida, siendo una más pobre y deslucida que la otra. Sin embargo, la mirada final sobre la calle de Florida la presenta después de llover, llena de charcos, opacada en el brillo de la imagen, y con una fusión entre riquezas y pobrezas que me parece un buen intento.

En medio de eso la película trata de mostrar presentificaciones, como cuando la niña dice que si preguntan, Vivo, el monito, es su animal de apego, o cuando su madre y ella intentan comunicarse a través de celulares y manos libres o cuando saltan toallitas de su mochila. Todo ese intento por incluir e integrar en una discursividad que no deja de ser dibujada. Preguntarse qué será Cuba para un niño es preguntarse qué será Cuba para el futuro.

Ese fue un rato porque después la pantalla supo mostrarme medias que hablan en El show de Patricia Estrella, misiones dramáticas llevadas adelante por Bob Esponja, conflictos sumamente infantiles entre cada uno de los jóvenes titanes, ciudades estables y noticiosas para las nuevas aventuras de Superman, pequeños dibujitos animados que crecieron y van ahora a la universidad. 

Las películas y los dibujos nos muestran algo que jamás haremos siendo niños, pero que forma parte de nuestra imaginación como tales. Desde construir un bote hasta nadar por el mar. ¿Pero entonces qué nos muestran? ¿A dónde se dirigen los osos bebés que buscan un hogar, el campamento coral o los eternamente aniñados miembros de la familia Loud? Tengo siempre entre los ojos un crucigrama deshecho.

dragones bebé




Estoy criando dragones bebé en mi corazón. Todavía no saben hablar ningún idioma. A veces su fuego sale azul, amarillo, violeta, anaranjado. Sus labios son rugosos, como lastimados, así que no me gusta me besen. Sus lenguas hierven todavía, desde siempre, así que tampoco quiero me lamban. Pero por las noches emigran de mi corazón al acolchado y se ponen a mis pies como los gatos. Entonces los dejo, y me olvido que son dragones, y jamás creería me van a lastimar. No tienen alas porque no hace falta, porque mi corazón no queda lejos, porque no se salta de tan alto, porque no se conoce ninguna seña precisa, porque las alas cubren con su manto las cáscaras de mi caparazón.



*

*    *

Por esta noche no seré Rapunzel contemplando el paso de la tarde desde los albores de su mirada. No dejaré crecer mi cabello hasta el horizonte ni tendré la paciencia del gorrión que recorre migaja por migaja los tumultos de la gran muralla china. Por esta vez me volveré uno de los segadores del campo que el Gato con botas engañaba para hacerlos pasar de manos del ogro a las del Marqués de Carabás; un súbdito del emperador desnudo, uno que ni siquiera se haya asomado a observar las invisibilidades de la tela y sus pruebas. Seré uno de los príncipes, el más grisáceo, que se haya tentado con la bella durmiente del bosque y no haya sobrevivido al abrazo de las rosas que por un siglo consumaron en su sueño prisión y tormento. Seré una de aquellas rosas, tendré pétalos trabajosos, ingratos, frágiles. Tendré por diario una libreta de almacén, dejaré de ser los niños perdidos que recorren el bosque para empezar a ser el murmullo, la sombra, el iridiscente trabajo de ese bosque.


*

*    *


Podría mudarme a algunas voces que oigo en cápsulas de café, en cintas magnéticas invisibles que se arrastran hasta mí. Podría bordar sirenas en las fotos de los muchachos, los hombres que se capturan solos y replican, como campanadas, su figura a través de las páginas. Podría ponerle renglones, sellar rendijas a cal y canto, a todas las fotografías para sentir la textura de la ropa, el pulso de lo que aprieta quién sabe hace cuánto. Podría colocarme encajes en cada imágen de mí mismo, incluso las más antiguas para, no sé para qué. ¿Se puede pedir crecer? ¿Se puede pedir volver? Podría entibiar acolchados, volver profunda la película de nuestros ojos, recalentar cada contacto como una comida que no tiene por qué desperdiciarse.






un sahumerio de jazmín

Falté a casa docenas de horas estos días, de modo que antes de dormirme enciendo una vela a medio hacer de las semanas pasadas. Saco una car...