domingo, 1 de septiembre de 2024

crucigramas deshechos



Anoche mi sobrina me preguntó si había visto Looniversidad, una versión contemporánea y rarísima de los Looney Tunes que pasan por Cartoonetwork, ya que ella no está cuando lo pasan. Le dije que sí, y que no eran la gran cosa... Además de que me gusta mirar dibujitos cuando prendo la televisión, me permiten quedarme un tiempo más pensando en cómo son los niños cuando son niños. La cultura de la infancia, de la que forman parte tanto los dibujitos como la escuela, la literatura infantil y la tradición oral, la ropa y las publicidades. 

Conociéndolos, intentando estar cerca de ellos a medida que crezco, no creo que los niños sean puros ni sinceros. Ellos siguen, como nosotros, los modales de la realidad. Sí creo que están intensamente vivos, con una forma de relacionarse con el tiempo y el espacio que nos recuerda y abre posibilidades olvidadas o clausuradas del cuerpo, el trabajo, el día a día.

La película que vimos anoche se llama Vivo, es estadounidense y fue estrenada hace tres años. Comienza en Cuba, donde un músico callejero actúa en la plaza junto a un monito llamado como la película. Él recibe una carta de su antigua compañera artística donde le invita a participar del último de sus conciertos en Miami. Hace décadas emigró de Cuba por un contrato musical y allí tuvo, a diferencia de Andrés, una carrera exitosa. Andrés muere antes de ir a verla, por lo que dos familiares suyos, una mujer y su hija, viajan para ordenar sus pertenencias. La pequeña trae en su maleta al monito que quiere entregar a la artista una canción compuesta por Andrés antes de morir y para hacerlo se embarca en una aventura que, aunque dure un día, se llena de condimentos entre la niña y él que pasan a ser los protagonistas del relato, como en innumerable cantidad de imaginaciones infantiles donde es a los niños a quienes se pone en acción.

La fábula que traza la película parece todo el rato previsible, con la representación del gobierno cubano mediante. También porque en medio pasan juntos por un área protegida, visitan animales en peligro de extinción y critican algunas posturas tanto de la gran ciudad como del veganismo. Se queda, el discurso oficial del film, en un punto medio y en una pacificación final entre La Habana y Florida que refleja hasta qué punto la infancia está llena de buenos propósitos, en el peor de los sentidos. Sin embargo, hay momentos que me parecen muy lindos en términos de imaginación. 

Uno es cuando nuestros protagonistas cayeron sin querer sobre un barco arenero y deben encontrar la manera de volver a encaminarse a su destino a través del agua. La niña construye en ese momento un bote con materiales sueltos por allí y lo lanza al mar para que naveguen. La imagen es una inversión de los inmigrantes cubanos que navegaron en barcos clandestinos entre Cuba y Miami, que es también y por otro lado el destino aquí. Otro que me gusta es la imagen final de la calle donde vive la niña y su madre, ya que en la película aparecen tres tomas de las calles como escenarios de la vida en común, de la política, el comercio y la sociedad. La primera de La Habana contrasta fuertemente a los minutos con la de Florida, siendo una más pobre y deslucida que la otra. Sin embargo, la mirada final sobre la calle de Florida la presenta después de llover, llena de charcos, opacada en el brillo de la imagen, y con una fusión entre riquezas y pobrezas que me parece un buen intento.

En medio de eso la película trata de mostrar presentificaciones, como cuando la niña dice que si preguntan, Vivo, el monito, es su animal de apego, o cuando su madre y ella intentan comunicarse a través de celulares y manos libres o cuando saltan toallitas de su mochila. Todo ese intento por incluir e integrar en una discursividad que no deja de ser dibujada. Preguntarse qué será Cuba para un niño es preguntarse qué será Cuba para el futuro.

Ese fue un rato porque después la pantalla supo mostrarme medias que hablan en El show de Patricia Estrella, misiones dramáticas llevadas adelante por Bob Esponja, conflictos sumamente infantiles entre cada uno de los jóvenes titanes, ciudades estables y noticiosas para las nuevas aventuras de Superman, pequeños dibujitos animados que crecieron y van ahora a la universidad. 

Las películas y los dibujos nos muestran algo que jamás haremos siendo niños, pero que forma parte de nuestra imaginación como tales. Desde construir un bote hasta nadar por el mar. ¿Pero entonces qué nos muestran? ¿A dónde se dirigen los osos bebés que buscan un hogar, el campamento coral o los eternamente aniñados miembros de la familia Loud? Tengo siempre entre los ojos un crucigrama deshecho.

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