sábado, 21 de septiembre de 2024

el mundo es ancho y ajeno



Cuando hay noticias como ésta, donde humo de incendios -lejanos o cercanos- llega hasta nosotros, un poco me asusto por mi bienestar pero otro tanto considero que está bien pase por mi cuerpo un pedazo de esas desgracias. Como cuando tuve covid, cuando tengo ansiedad o cuando me subo a un auto, intento participar de este mundo. No tendríamos por qué ser especiales. Si el humo de un incendio pasa por mi cuerpo, con esa mezcla de enfermedad y malestar que deje dentro suyo, estaré tratando de filtrar a través mío algo, ínfimo, de lo que sucede en la superficie del mundo. Como dicen sucede con el aluminio o el plástico que en rodajas chiquititas comemos.... ¿Por qué no lo comeríamos si todos lo comen, si mis estudiantes, por ejemplo, lo comen? No estoy pensando bien, seguramente. Solo intento regresar de los olvidos donde alojamos nuestros deseos de transformación, desasirnos de la exclusividad que proyectamos como futuridad alrededor nuestro. Estamos aquí, en esta insolada tierra de penas y dichas. Si de veras queremos mirar a nuestro alrededor, entonces necesario será participar de este mundo. Hacer parte incluye esta semana el humo de los incendios, como tantas otras los químicos de la agricultura que sostenemos o los escapes de los autos, cigarrillos y fábricas propias y ajenas.

Ninguno de nosotros puede hacer mundo por sí mismo. Nuestras casas no son un mundo, nuestras aulas no son un mundo. Nuestras comunidades no son un mundo. Si aún queremos mundo, mundo no será como nosotros queramos.  Podrá agradarnos, podrá desagradarnos, podrá hacernos bien o hacernos daño... pero no podremos decidir solos por sus contornos, sus modales, sus historias. Estar encarnados incluye esa denegación, ese corte sobre cualquiera de nuestras alas. Quizás puede haber tiempo luego para ser ángeles, quizás nunca lo fuimos. Pero aquí, en el mundo, en el último arcano de la baraja somos parte del incendio y del agua que lo apaga, estamos hecho de humo y musgo, estrella y cemento. Este es el mundo que hicimos, este es nuestro nombre inscrito en la profundidad de su conciencia. ¿Cuántas porciones de horror podemos alojar en casa estos días? ¿A qué dolor podemos adoptar? ¿A qué pena ajena podemos sacarle su orfandad? Llevemos en nuestros pechos, en nuestros lagrimales, en nuestros sueños pedacitos de la pena y la dicha del mundo. Intimemos con todo esto que nos es ajeno y parece estarnos esperando a nosotros.


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foto de Ivo Betti

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