domingo, 17 de noviembre de 2024

Al caer el día, corazón y yo intentamos reparar los daños.





Al caer del día, corazón y yo intentamos reparar los daños mezclando azúcar, leche tibia, naranjas y harinas para hacer un bizcochuelo. El azúcar mascabo pone color chocolate al mengunje, así que parece revoque en la casa de la bruja que quiere comerse a Hansel y Gretel. Incluso algunas de sus esquirlas no se disuelven, y permanecen en la masa como estrellas resplandeciendo en esa marea antes de envolver el molde.

Cuán poco aprendemos las personas acerca del tiempo, pese a ser los únicos sobre la faz de la tierra que lo experimentamos en su densidad. Cuánto menos aprenden las instituciones que transitamos. Qué poco sagaces somos para alimentar, esperar, convocar tiempos en nosotros, nuestros trabajos, nuestras prácticas.

Algo que aprendí, la enfermedad mediante, es que cuando voy a hacer algo puedo detenerme antes a pensar qué dejaré de hacer para hacerlo. O si no quiero o no puedo dejar de hacer algo para darle lugar, qué esperaré acabe para poder hacerlo. sto tiene formas cotidianas. Cuando deje de estudiar y preparar mi didáctica, cuando se vaya el atardecer que me tiene contenido aquí afuera, entonces iré adentro a prepar el bizcochuelo que imaginé este día, cuando sean mis manos y no mis pensamientos quienes quieran estar ocupados. 

Pero también formas más extensas y largas, abiertas a la polisemia de la vida. Cuando haga frío leeré teoría, ahora que hace calor no tengo ganas. No logro entrar a esta novela, quizás será después. Cuando esté en Seguí jugaré con Mía. Cuando esté en Paraná visitaré a Noe. Y eso quiere decir, cuando esté allí, estaré allí. La presencia puede, como el alimento, dejarnos satisfechos. 

Cuando acaben las clases, daré taller. Cuando sea verano veré películas. Cuando vaya a la cama, oiré a Gasalla. Cuando baje a poner los pies en la tierra, no llevaré el celular. Cuando abra tu mensaje, lo contestaré. Trato de rastrear y comprender, trato de observar, mis modos del tiempo. Son los míos, y son tan falibles como la vida, pero en verdad quiero pensar que todas las personas debemos tener tiempos, y también nuestras comunidades y las instituciones que habitamos. Los días que hace mucho calor, planifico actividades distendidas para los niños. Hay cosas que nunca tenemos tiempo de hacer, entonces no las planifico sino que vuelvo a mirar lo que sí alcanzamos a hacer. Intento ir más hondo, más presente, en el tiempo en que estoy en lugar de querer implantar otro dentro suyo. Puedo sí, hacer germinar otras temporalidades modulando la voz de cierto modo para leer un cuento o un poema. Puedo tratar de llevar conmigo otra temporalidad y volcarla a mi alrededor. Pero no forzar el tiempo que la institución me da para hacerlo. Tomar este ratito, como les digo con sinceridad a los niños, ahora estamos acá, intentemos estar acá, porque después llueve o no hay colectivos o no hay maestros porque cobramos una miseria o la escuela está cerrada porque no hay agua y entonces podremos descansar, no venir, hacer otra cosa. Pero para que tenga sentido, necesitamos estar acá cuando estamos acá.

¿Qué sentido tiene descansar si no trabajamos? ¿Cómo puede existir un recreo si no existe una clase? Son términos escolares, pero trato de llevarlos más lejos, a la vida con que están tratando de verselas. 

Claro que cada uno de esos tiempos lleva consigo la posibilidad de que no estemos, de que nunca más abra esa novela o que no llegue a dar taller este verano... pero tratar de superponer una actividad a otra, fragmentar todavía más nuestro mundo ya fragmentando, no, por favor, aprendamos algo de nuestras penas, de nuestros malestares, de nuestros cuerpos. 

Cada vez que me hago el mate, anclo un tiempo entre el tiempo. Trato de elegir moneditas de tiempo, y ser precavido en cómo las gasto. Digo que no a varios planes, cada semana y otros han huído lejos, porque ya no forman parte de mis sueños. Sueño, en cambio, con el tiempo que cuando era pequeño presencié en las mujeres de mi pueblo, cuando jugabámos a las visitas, tomábamos fresco o nos quedabamos en silencio. Todo ese tiempo que arremolinándose me dió forma, y al que vuelvo desde mi cuerpo, el único recinto, la única institución, desde el que puedo conocerlo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

el andén provinciano

  Me acomodo a escribir en el calor reciente de la cocina. Los últimos días hago panes por la noche, cuando voy cerrando la jornada y la tib...