viernes, 9 de agosto de 2024

basílicas en mi corazón




Estoy listo para dormirme muchísimos años. Cuando leyeron mi mano me predijeron una vida de descanso, como si luego de varias vidas trabajando me tocase una en la que descansar... y más aún, como si la vida solo pudiese descansar en la vida.

Estoy listo para tocarme hasta deshacerme. Repito el mate cientos de veces con hinojo, menta, melisa, jazmín. Pétalos de santa rita, aspas de romero, granos de pimienta molidos, tinturas de cúrcuma. Miel, coco, nueces y caléndulas. Trato de ir más profundo en aquello que encuentro, preguntarme qué permanece. Me apronto para la innumerable caricia del mundo, llevo atadas a mi pecho todas las regiones. Recibo en mi palacio los malestares del orbe, intento calmar las aguas. Dentro de mi boca tienen lugar las bodas de Caná, la pesca milagrosa, el sermón de la montaña. 

Me lleva décadas descansar de mí mismo, del rumor de los vientos, de la carga de la historia. Contradigo todas las tareas que me asigno, olvido mis nombres, confundo los cerrojos. Envío decenas de mensajes, elaboro quinientas súplicas, miles de maldiciones. Tomo la forma de un conjuro, me propago por todos los sitios donde no estoy. Intento volverme una pregunta, quedarme en casa, capturar con la máquina fotográfica los fantasmas de mi familia, limpiar mi linaje como una sábana santa. Construir una basílica alrededor de mi corazón, hacer una encíclica de mis preocupaciones. Abro los ojos de mi celular como si escribiera cartas apostólicas, riego las plantas como si fuesen las fronteras de un continente, confío en mis ojos cuando se cierran.

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