viernes, 9 de agosto de 2024

últimos capítulos




Me causan muchísima ternura algunos momentos de los vídeos, extensos o breves, que realizan distintos fieles y sacerdotes católicos criticando los lineamientos actuales de la Iglesia en pastoral, liturgia y doctrina. No es una sensación irónica, sino el resultado de alojarme por unos momentos en el interior de sus vídeos, sus textos. Me agrada saber que puedo, al interior de una obra, sentir algo que va más allá de lo que la superficie señala. Todo tiene más profundidad que la que sospechamos.

A diferencia de los discursos oficiales del actual gobierno nacional o los comentarios en línea acerca de la boxeadora argelina, no siento rechazo por estos discursos que contrarían, en muchos sentidos, mis creencias, ideas y prácticas. El rechazo a los actos homosexuales, por ejemplo, defendido como punto doctrinal en todos estos comunicadores no me impide entrar en la ilusión, en el enamoramiento, que pueden causarme sus voces y sus imágenes de todas maneras. La lectura nos enseña, ante todo, a separar largamente el texto de nosotros. La identificación existe en ella, pero es momentánea o errática, no puede asegurarse ni tampoco precisarse.

Todos quienes veo son hombres, como los españoles Macabeo y César para Jesucristo o el argentino Padre Javier Olivera Rabassi. Forma parte de que me interese verlos el que sean hombres que me terminan resultando atractivos, aunque no es un dato excluyente: el mexicano Monseñor Isidro Puente Ochoa no me parece lindo, pero sí interesante en toda su discursividad y despliegue. Son la última adquisición de mis ojos en youtube, y si escribiera cada una de las poéticas que allí vi, estoy casi seguro que serían el último capítulo. Son los profetas contemporáneos del fin del mundo. 

En cada vídeo sostienen vocablos y términos como ese, el del apocalipsis, que no oigo en otros sitios. Cada noche entro, con ellos, en mundillos que no conozco y cuya anchura buceo de su mano. Todos parecen haberse querido formar rápidamente en ese lenguaje, el de la teología y la apologética, que yo ignoro y del que voy comenzando a saber desde allí. Aprendí por ejemplo cuál es la hermenéutica de la continuidad para interpretar el Concilio Vaticano II promovida por Ratzinger, frente a la de la ruptura; qué es la sucesión apostólica y cómo eran las ordenaciones episcopales en el rito antiguo y el actual. Qué es revelación pública y qué privada, la tradición como fuente, las lenguas hebreas y coptas en que se escribió la biblia y las hipótesis sobre la autoría del pentateuco. 

Cada uno de estos hombres, como novelistas, me obsequian un léxico precioso con el que puedo soñar. Por ellos volví a leer pasajes del Evangelio e incluso encíclicas que mencionaron. Quise por ellos saber un poquito más acerca del mundo que habito, aunque no rece el rosario cada día como piden, no cumpla los preceptos, no me prepare para el Aviso ni me arrepienta.

Muchas veces no sé qué pensar sobre sus ideas, pero sé que quiero oírlas. Horas de debate acerca del sedevacantismo -quienes reconocen la autoridad del Papa y quienes no- que se llenan de una epistemología chamánica: si se dijeron las palabras correctas en el momento correcto para que el milagro ocurriese.

La religión es una narrativa demasiado extensa para que la abandonemos sin más. No quiero con ello bajarle el precio ni remarcar su carácter ilusorio frente a "verdad" (cuando leí El porvenir de una ilusión me decepcionó bastante la poca profundidad que allí Freud tiene para con Dios). La religión tiene un fuerte vínculo con la verdad, y después de todo, sentido, vida, muerte, existencia es todo lo que de allí se discute. Algo de lo que no se habla en otros sitios, y por lo cual más atractivos me resultan cada uno de sus hombres que quiere rescatar al mundo del sinsentido. 

En un vídeo que subió hace dos años, pero que observé esta mañana, Macabeo cuenta que el sacerdote de la parroquia donde asiste le reprendió por arrodillarse con ambas rodillas para saludar al altar al ingresar al templo. El vídeo remarca el error pastoral de este sacerdote, a la vez que señala cómo se condena la defensa de la tradición más que a los actos modernistas. Ese es, de hecho, el eje mismo, el conflicto de todos estos vídeos: una extensa región de youtube con innumerables ramificaciones que me llevaría años terminar de observar. Una reacción frente a los abusos litúrgicos, un alegato por la interpretación de la doctrina católica. Ese es, en cada vídeo, el momento del pensamiento mientras los miro. El momento de la ternura fue otro cuando vi a Macabeo, no sé cómo se llama, diciendo a cámara cómo fue regañado, comparando su acto con el de un sacerdote al que se le volaron las hostias consagradas y se río del hecho, y mirando entonces a cámara, levantando sus cejas, un padre de familia, casado hace unos años, bastante trabajador por lo que cuenta, entre los treinta y los cuarenta, queriendo defender algo en lo que cree, queriendo ser bueno en defensa de Jesús, pareciendo que va a largarse a llorar.

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