lunes, 1 de julio de 2024

no despiertes si sueñas amores


Las botellas de agua están sin etiqueta, como en la tele aunque estén por streaming. No solo las botellas, sino la escena en sí está limpias, llena de amplitud y comodidad. Los tonos son sobrios y pulcros, ni el azul de Cristina ni el negro de Pedro alcanzan a ser colores fuertes. Ningún objeto se destaca salvo sus rostros. A diferencia de Milei, Cristina no asoció jamás su imagen a la espontaneidad ni a la confusión. En todas sus apariciones, su construcción es endocéntrica y reclama protagonismo. Esto no es una virtud necesariamente, sino una actitud respecto al devenir de las imágenes. Las cadenas nacionales grabadas y leídas de Milei son el momento más institucional de ese líder político, mientras que de ésta apenas podríamos decir que sus escuchas telefónicas y alguna visita al piso de C5N son el más televisivo. Cristina no es una figura televisiva, sigue vistiéndose, hablando, secreteando y armando como cuando presidenta. 

Ni Alberto Fernández, Mauricio Macri o el propio Néstor Kirchner fueron expresidentes como lo ha sido ella, con un cuidado de la imagen que no es, claro, estético sino político. Su imagen es limpia y medida porque en ella se ubican un reservorio de imaginaciones que hace de límite y base al peronismo en este siglo. El paratexto colocado por Gelatina a la entrevista se vincula a esto, y coloca en texto la modulación más fuerte por parte de la productora antes de dejar vía libre a la palabra que convocan según dicen por un valor en sí misma: "Mucho mejor que ser lo nuevo que arrasa es ser lo histórico que vuelve. A 50 años de la muerte de Perón, traemos a las redes la palabra de Cristina, la dirigenta que condujo al peronismo al siglo XXI". Desde 6-7-8 que no encontraba tanta claridad y sinceridad. Me interesa ese aspecto de la declaración paratextual, pero también el que está al comienzo. En ese enunciado, además de la toma de posición, hay un reconocimiento y una lectura del momento histórico que se vive. En ese gesto, la productora, el marco textual que aloja hoy la palabra de Cristina reconoce una retórica de la derrota que es muy importante para la reformulación de cualquier imaginación política futura. Mucho mejor que ser lo nuevo que arrasa es ser lo histórico que vuelve.

En esa frase se encuentran ya los bucles temporales que la entrevista pone en escena, y que no resuelve sino que muestra en su complejidad y apertura. La traza temporal de la entrevista es todo el tiempo ambigua, por empezar por el objeto que la convoca (Perón y la distancia con su muerte), junto a quien está llamada a traducir ese objeto, ese fantasma, convocado (Cristina y su cada vez más lejano gobierno). ¿Quién es entonces "lo histórico que vuelve"? Resulta Perón, pero también Cristina. Ambas lejanías, ambas distancias vuelven en el texto de la entrevista. 

Tanto la temporalidad ambigua como la incorporación de la retórica de la derrota me parecen aciertos porque resultan convocantes de forma contemporánea e inclusivos, pero también porque permiten entrever la problemática misma del peronismo que está empezando a configurarse como suceso histórico. Al asignarse a sí mismo ese carácter, el peronismo comprende su sitio en el futuro y se lo garantiza. Demás está decir que "volver" no es un término menor a la realización de la gramática peronista. 

El tiempo es abigarrado y ambiguo no solo en esa configuración estructural de la entrevista sino en la manera en que se abordan los temas. En momentos donde Pedro quiere conducir la entrevista hacia la evocación de Perón, ella realiza algunas declaraciones sobre el presente de las que vuelve rápidamente. Tanto ella como su entrevistador retroceden del presente durante la primera parte del diálogo, resistiendo cuando aparece e incluso escamoteando datos cuando hay alguna referencia a sucesos más cercanos como la elección de Alberto o la oposición de los libertarios al "colectivismo". Esto nos haría creer que el pasado ha sido elegido como territorio del discurso, este discurso, de Cristina. No de la entrevista, sino de la intervención. Parte del cuidado de Cristina sobre su imagen se relaciona a formular cada uso de su palabra pública como intervención. 

Sin embargo, a medida que la entrevista avanza no solo el presente vuelve a aparecer, y ambos a explayarse sin problemas sobre él, sino también el futuro. De este modo, se ve futuro tanto en las intervenciones de Perón (pasado con futuro), sino también en las preocupaciones que los dirigentes deberían tener en este momento según la expresidenta señala (presente con futuro). A la vez, hay toda una zona de la coalición gobernante que es asociada durante el discurso de Cristina con las consecuencias de acciones pasadas que van desde el endeudamiento promovido por el gobierno de Macri a la debacle económica resultante de la última dictadura (presente con pasado), aunque también otra zona donde las verdades peronistas, muy presentes en este stream, son convocadas para organizar lo que vendrá (futuro con pasado). Por último también se periodizan momentos de la historia, como los gobiernos de Perón, los del kirchnerismo o, muy sagazmente, del ejercicio de la violencia por parte de las fuerzas armadas (pasado con pasado). 

Estas distintas sumatorias del tiempo constituyen una de las zonas más interesantes para leer la entrevista. Con ellas se vinculan también las actitudes de cada una de las preguntas. ¿Cómo era la Argentina en el '74?, por ejemplo, es una pregunta extraña que resulta de la operación presente-pasado, donde Pedro se ubica en el presente y deja el pasado a Cristina. Allí la operación puede ser dañina, ya que el tono de Cristina pasa a ser el de una explicación. ¿Por qué tendría que explicar ella esto? ¿No podría ser aprendido por nosotros de otra forma? Este momento pedagógico -en el mal sentido del término, por cierto- acerca su discurso al de Milei: el dirigente como aquel que responde y explica, sabe algo que la comunidad no. 

Otras preguntas incurren en zonas temporales más densas. Así ante el planteamiento de la problemática bimonetaria, Pedro pregunta si nuestro campo tiene una propuesta para eso. Allí la sumatoria es presente-futuro, donde Pedro se ubica en el presente y ella en el futuro. Allí Cristina habla como presidenta, sin sitio a la dubitación o el error como en los momentos anteriores. Ese es su tono. 





Pero entre ambas tonalidades en que transcurre la entrevista, también hay una bellísima en que ella quiere explicar un aspecto del peronismo ligado a las escenas previas. Vuelven ambos, el joven y la vieja, hasta la isla de Martín García donde el general Perón escribe cartas amañadas a Evita donde le habla de irse a vivir al sur cuando todo esto termine: pasado que fue presente que quería ser futuro. Cristina cita una película (Juan y Eva, de Paula Luque), donde de todo su cuerpo elige referirse, justamente, al final y entonces, antes de relatar la escena advierte: "Como si fuera hoy me acuerdo de la película..."

¿Cómo podría recordarse aquello que no se ha vivido? Pero no solo que no se ha vivido, ¿cómo puede recordarse, como si fuera hoy, algo que no existió? La advertencia, el comentario de Cristina intersecta ficción, historia y realidad en un solo y mismo punto donde Perón entra a un departamento y la ve a ella sentada en una mecedora atrás de las cortinas en el momento en que sus miradas se cruzan. La película termina en el momento previo al nacimiento del peronismo. De ese modo, la escena final promueve otro orden: futuro con pasado, y no al revés. Solo allí podremos encontrar las estrategias para leer y escribir el presente a que hemos sido convocados. La tensión en que la entrevista se inscribe ocupa por otra parte esa misma estructura: él y ella, Pedro y Cristina, joven y vieja, varón y mujer, pasado y futuro.

La imaginación política no se vincula a la resolución de la realidad. Mientras el peronismo quiso constituirse como epistemología se encontró con las muertes, los exilios, las proscripciones, los diecisiete de octubre, los bombardeos, los sepulcros robados, es decir, las distancias. Aquellas que a veces solo arma el tiempo y, en las películas, las miradas. El recuerdo de aquella mirada vale en la entrevista más que las demás evocaciones de Perón, porque es el momento más ilusorio de toda la intervención. En su comprensión cabe algo que la política quizás no entienda, pero las personas sí. Nuestras miradas están hechas de ese vacío, y es en ese vacío donde deben llenarse.




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