martes, 26 de enero de 2021

Salto de las charlas de la Abuela en el living de Susana a la conversación que mantienen la Tota y la Porota en la puerta de sus casas. El sketch se inventó cuando Jorge Porcel y Jorge Luz chacoteaban en plan personaje femenino por los pasillos del canal. Javier Portales iba por allí y las saludó, "¿cómo les va las señoras?". Dicen fue Luz quien puso los nombres a cada una, que son parlantes pues se adecuan a las propiedades de ambos cuerpos.

La Tota no se mueve de su sitio, escoba en mano inicia el relato y dialoga con quienes pasan. Al igual que en las visitas de la Abuela, la fantasía sucede en un intervalo de las tareas, una pausa que al calor de los deseos y los recuerdos se va ensanchando a medida que la conversación transcurre. Pronto se habrá de volver. (Ella estaba barriendo, ¿será por la mañana, antes del mediodía?). El rostro es lo que mas atrae en la Tota, enviciado de romances posibles que horadan su presente y la alejan: los ojos se posan más allá de la cámara, pues en muchas ocasiones no la mira de frente sino expandiéndose al horizonte que ella observa.  

Mientras la Porota llega de otros sitios, apurada por el enojo de los piropos recibidos a los que corresponde con insultos. Su atuendo recuerda a la Nachita que Ángelines Fernández hizo más o menos por los mismos años. Una mujer dual, agarrada a su cuerpo, buscando conservar una postura que al momento se le va. Una voz menos grave que la de Porcel, donde todo parece irse para adentro.

Como la Abuela con Susana, se trata aunque otras personas las visiten de mujeres solas que hablan al costado de los acontecimientos. Si la comicidad surge es por una complicidad tejida en ese tiempo robado por el cual vuelven a tomar postura en el presente. La conversación distiende las demás posiciones, como un corset que se afloja, para dar paso a otras enunciaciones en que caben la salud y la enfermedad, las calenturas y el insulto, la demanda y el anhelo, entre otros géneros del deseo que cada una de ellas cultiva en todos sus encuentros.

Son momentos fascinantes donde cámara y actuación nos permiten detenernos sobre ese entramado frágil, en permanente peligro, con que los días están hechos. 

Quiero decir, la vida es una imaginación como cualquier otra.

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