domingo, 24 de enero de 2021

Barrer el mar. Los cuentos de Fernanda Álvarez

A veces envidiaríamos a los personajes de telenovela. Ellos parecen estar presentes siempre en las acciones que realizan. Pareciera que no tuvieran nada dentro del cuerpo, solo cavidades por las que entra y sale el mundo que atraviesan. Pueden recortarse, ir de un sitio a otro sin arrastrar esa estela de pensamientos, ensoñaciones y sentimientos que las personas portamos mientras nos movemos de un espacio a otro, de un tiempo a otro. No podemos, no sabemos y no nos sale, entrar y salir limpios, libres de toda carga y culpa, sin un gramo más de enamoramiento. No nos sale dejar de transformarnos mientras transitamos un territorio, el vínculo con un objeto u otras personas, el sueño.

¿A dónde va a parar toda esa constelación de desvíos con que nuestro interior se hace? ¿Qué tipo de lugar tiene en el presente que experimentamos? ¿A dónde se dirigen nuestros ojos, nuestras manos, cuando escapamos de lo que fuimos llamados a hacer? En esa desobediencia del yo, esa fuga que se abre, ¿qué sucede? ¿Qué temporalidades, qué territorios y qué cuerpos, si es que cuerpos, nos esperan al otro lado? 


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"Ya es inútil hacerme la que me concentro". Con esa frase definitoria comienza El amor es un bosque, un libro de aprendizajes y distracciones. Ambos, aprendizaje y distracción, que caen juntos en este momento de la escritura de Fernanda porque se comparten y solidarizan:

"Intento estudiar lingüística en voz alta y los pájaros me callan. Miro para arriba y no los veo, pero el guarán lanza sus hélices amarillas que caen como flechas sobre la gramilla y la huerta."

Si la mirada se distrae del apunte hacia el guarán no será por las punzadas que el texto leído provoca, sino por las de otra redacción, la del árbol que los pájaros leen, ellos también, en voz alta. Entonces la escena clásica del levantamiento de la cabeza se modifica y encuentra otras posibilidades de futuro. 

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El estudio, en tanto búsqueda de un aprendizaje por medio de la palabra escrita, vuelve a aparecer en Barrenar. Sobre el comienzo la mujer repite el abecedario y lee las definiciones de una palabra que se acerca, fonéticamente, a la acción de barrer. Definición y acción se solapan puesto que, escoba en mano, esa es la tarea que se encuentra a punto de realizar o que, más tarde, ya estará realizando. Sin embargo, cuerpo y letra no logran acoplarse plenamente, dejando desunidos abecedario, definiciones y acciones. Pero a la vez que se distancia, en cambio, se las acerca de un modo sospechoso. De la misma manera como en El amor es un bosque las estructuras lingüísticas funcionan como texto tácito que murmura debajo de otro ruido. La obra sucede en la tensión de esos sonidos, ambos en movimiento y puja.

 

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El hijo, esa enorme distracción, ese claro desvío del yo, irrumpe alrededor del texto. Si de la mujer de Barrenar no sabemos si es madre (apenas podemos sospechar tenga una casa donde barrer), de ésta otra en El amor... no dejaremos de encontrarla así enunciada por una voz que la hace "mamá". A diferencia de los pájaros, esta voz no callará la lingüística, la ciencia de la lengua y el habla, sino que la hará hablar, le propondrá preguntas en las que las respuestas del hijo se quedarán solas, tendrán la última palabra y dejarán a la mujer que barre apenas con algunas frases que le permitan agrupar el polvo reunido: "¿Cómo sería eso?", "¿Y qué es eso?". 

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Ni parábolas, ni danzas, ni sueños. Cuentitos. Hilos finos de sentido que se desea transmitir. 

Narraciones en que se deja ver una poética. Una poética que se afana por dar un nombre a esos territorios encantados en que nos perdemos por obra de los pensamientos (y los sueños y acciones cotidianas, esas otras formas del inconsciente: rayé, rehogué, metí, hice...). Ambas, barrenar y bosque, ubican en otro sitio lo que antes fue excluido, ya sea por desvío o distracción. De esta forma protegen esos territorios de otras nominaciones y peligros: "¡Cuidado con el guardabosque!". 

La protección de esos espacios se vuelve imprescindible en tanto la narración difusa coloque allí al amor. Por ese desplazamiento, donde había pensamiento, hay amor... y donde el inconsciente puso repetición, hay loop. Por eso lo que afuera parece un relato, por dentro es algo más parecido a la vida: con claros de luz enmarañados, animales salvajes y aljibes.

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Intento barrer y no puedo. Los cuentos de Fernanda se multiplican en el vídeo, la performance, el apunte y el sueño. Encuentran a su paso distintos tipos de géneros, todos propios al interior de una voz que se busca dubitativamente. "Tenía que llegar muy lejos" dice esa voz, ya en pasado porque es inútil nos hagamos las que nos concentramos. 

¿Cuál es el destino de quienes no llegamos lejos y seguimos, sin embargo, galopando? En lugar de la pose de concentración, en lugar del estudio y la limpieza, lo que estos cuentos parecen indicarnos es la visión de lo que la distracción trajo, de lo aprendido, sino a destiempo, fuera de tiempo. Para una comunidad ocupada en tareas que no puede terminar, estos cuentos nos hablan de la interrupción, le hacen lugar y la ponen a circular. 

Tal vez algo de nuestras pérdidas y nuestras faltas se suture allí, hasta darnos cuenta finalmente que, barriendo el mar, solo hay más mar. 


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El amor es un bosque es un fanzine editado  a mediados de 2019 por Camalote ediciones.

Barrenar es un vídeo-danza subido a youtube el pasado Noviembre de 2020. La pieza nace de una acción de danza-teatro realizada en la Casa de la Cultura de Paraná en Febrero de 2019. 


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