martes, 26 de enero de 2021


Veo en youtube unas emisiones completas de El palacio de la risa. El usuario Valentín Spagnoli las subió hace algunos años. A diferencia de otros canales que por ese mismo tiempo recortaban y cargaban a la plataforma segmentos (personajes), acá se reponen los cincuenta y chirolas del envío de ATC.

Una de las primeras impresiones que causa la continuidad repuesta sobre los sketchs es el avasallamiento. Los actores cambian de personaje en cuánto se consiguió un mínimo de estabilidad en la propuesta anterior. Así sus mundos nunca logran domesticarse, aunque sea la domesticidad lo que la abundancia de interiores hace suceda en la pantalla. Muchos de los cortes de apertura y presentación del programa en sus años de vigencia refirieron a esa multiplicidad, centrada en el rostro de Gasalla pero también hallable en los cuerpos de Norma Pons, Roberto Carnaghi y Ernesto Loran, por ejemplo.

Las escenas, por su diversificación, nos pasan por encima. Por eso hay avasallamiento, como si a fuerza de actuar lograsen algo más que hacernos reír. Antonio nombró alguna vez a su comedia como un "humor más mental", pero no es a eso a lo que quisiera referirme sino más bien a lo que sucede con los "cuentitos" durante esa bifurcación constante. "Cuentitos" es una categoría que el actor también construyó en entrevistas, vagamente, para determinar lo que cada personaje llevaba consigo al presentarse.

Otra impresión es la abundancia, el derroche que sucede durante esa embriaguez. Hay anécdotas de esto también, citadas al recordar el momento de grabación con Alejandro y Humberto como un exceso. A veces se les iba la mano y el material producido allí mismo, guionado por el movimiento de sus cuerpos delante la cámara y no antes, era tanto que no cabría en la televisión. El director les pedía volver a hacerlo, pero ahora más breve. 

Mucho se piensa entonces en la capacidad de este texto para llevar algo de Teatro a TV, y esa historieta del pasarse de mambo, como el avasallamiento y el exceso así lo probarían. También este presente, entre Volver y los fieles espectadores de youtube, nos habla de lo que no cabe o se hizo demás. ¿Cómo habrán hecho las imágenes para hacerse demás? Para pasarse de hervor y poder seguir alimentando más allá del momento en que fueron servidas... 

Mientras miramos nos damos cuenta El palacio... es un título que refiere al lujo, un topónimo que no le queda grande al programa en ningún momento. Cuando le preguntan si volvería a hacer televisión, él repone "a la televisión ya la hice y ya la aprendí", como si esas imágenes sueltas, dispersas en el hilado arbitrario que las une ahora frente nuestro, fueran no una enseñanza de lo que la televisión puede (como tantos comentarios bajo los vídeos hoy nos lo marcan) sino meramente la trayectoria de un aprendizaje que ellas hacen, quién sabe en busca de qué tipo de saberes.

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