jueves, 14 de mayo de 2020

La gran sacerdotisa


Pronta a ingresar en los aposentos de lo intangible, la vejez la ubica en un costado de magias y enamoramiento. Sus funciones en el relato son el amor y el misterio. Guardiana del inconsciente, mueve hilos en la trama casi sin hacer. Sus movimientos son quedos, derredor el patio, completados por las fatigas del interior donde hace pasteles, espera cartas, cuida una sobrina, usa lociones de París e imagina. Ella es la única en la vecindad en usar su hogar para imaginar.

Para el resto, los trabajos del amor ocurren fuera. En el interludio previo para Florinda; en el cruce de escaleras para Ramón y las vecinas. En cambio, quien se detiene dentro a pensar ("he pensado que usted y yo debemos casarnos"), quien trae el amor desde otro lado, como el que escribe después de leer, es ella. Su domesticidad es la de la literatura, un dato que se comprueba tan pronto los niños deben ingresar a su casa y comienzan, de inmediato, a imaginar, a ver cosas que no son, a narrar.

Más sutil es su poder. Una superficie, un modo de actuar, un color de vestido, algunos detalles, el rostro. Es la configuración entre guión y cuerpo los que hacen de su imagen el vértice de un misterio. En un margen donde la vecindad se construye como el exilio de los mundos, todos ellos migrantes de la realidad. 

¿Cómo sabe ella hacernos imaginar?, ¿cómo sabe ella hacernos desear saber? Hay días en que se distiende sobre su ventana y canta, como las viejas en los poemas cuando empiezan a olvidar.








martes, 12 de mayo de 2020

Me arrodillo al lado de la cama.




-(...) Mi reacción fue 'tengo que llegar más rápido que internet a casa de mamá', porque inmediatamente va a salir en los medios.

-Además Mirtha mira...mira todo, está atenta a todas las revistas...

-Sí, pero, pero... lo que sucede conviene este, Ángel... Llegué y mamá se acababa de despertar. Le digo a Elvira, '¿mamá?', se acaba de despertar de una siesta me dice...

-Mirá, qué loco.

-...con la televisión apagada.

-Las dos durmieron la siesta, digo, como de película.

-Sí.

-...para las Legrand...

-Claro. Además ella ya de las ocho ya vienen los noticieros, está atenta a todo. Yo que estoy viviendo en su casa. No, miento. Hago el programa en este mini-estudio que me inventé en casa, semi-escritorio y me voy tipo a las ocho, ocho y media a comer con ella y nos quedamos charlando de la vida, viendo, haciendo zapping. Uno ya no sabe qué hacer, a ver si le saca una sonrisa., algo. La veo muy abatida, decaída. Y la verdad que me impresiona. Está con la radio, con la tele, no se desconecta y le digo a veces 'ay mamá, basta, pongamos otra cosa' no hablemos tanto del coronavirus, yo porque no estás conectada a todo eso... Me dice no, no, hay que estar totalmente informada, me dice. Es impresionante.

-Bueno, eso la mantiene tan poderosa, ¿no? Sus ganas la mantienen tan poderosa. 

(...)

-Ya llego, ya llego le digo. íbamos con ellos dos y yo, cuando entro, Mamá que estaba despierta, con el teléfono en la mano le digo hola mamá, sorpresa y me dice ay, no me dice, le estoy escribiendo a Nacho que me dijo que iba a venir y no quiero que venga nadie. Así, textual. Entonces le digo bueno, mamá y ahí es cuando yo, no sé, ella no se sorprendió, yo me arrodillo al lado de la cama, me arrodillo...porque también pensé sentarme en una silla, pensé quedarme parada, pero las diferencias de altura, yo necesitaba una distancia óptima y ahí le dije mirá mamá, tía Goldie se descompuso y se hincó en la cama 'se murió, ¿no?'. Y no pude mentirle, sí, le digo, tía Goldie se murió. Y yo sentí como que iba a llorar así desconsoladamente y yo la abracé porque yo lloré desconsoladamente y ella me abrazaba. La verdad que fue un momento de mucha comunión. Y la verdad que me emociona porque siempre me toca ir a decirle cosas así y ella está en su cuarto, su gran refugio de toda la casa que está viviendo. Entonces fue algo que me conmovió mucho.

(...)

-Anteayer con Amalia estábamos buscando una aplicación que no encontrábamos en el teléfono, dos horas a las carcajadas mamá en su cuarto y salió y nos dijo con una sonrisa, 'de qué se están riendo tanto'. O sea que acompañar ayuda, ayuda. 



marcela tynare en los ángeles a la mañana, 5 de mayo de 2020, fragmento 

sábado, 9 de mayo de 2020

La guerra de los mundos


Durante los primeros capítulos de Inuyasha, Ahome representa una adolescente que viaja a través del tiempo. El pasaje se realiza en un sentido vertical, ya que es el tópico del pozo el que conecta ambos "mundos". Del Japón moderno al de las guerras civiles, Ahome se presenta como la reencarnación de una sacerdotisa que, pese a vivir en el futuro, debe cumplir sus deberes sobrenaturales en una comunidad del pasado.


El descenso de Ahome se realiza dos veces. La primera, contra su voluntad; la siguiente por decisión. En el medio se desarrollan cuatro episodios en los que se realiza un pacto de mundos al que muchos personajes acceden. Otros permanecen al margen de esos mandatos. Por ejemplo, el abuelo de Ahome, aunque interesado por la magia y la historia antigua, no realiza ninguna pregunta a su nieta sobre el viaje. Se limita a colocar pergaminos en el pozo para conjurar la posibilidad de ser molestados por espíritus malignos: "Así los mundos permanenecen tranquilos".


Mientras enuncia todo esto, el viejo permanece tranquilo junto a su taza de té. Al observarlo tomar su té luego de clausurar la intranquilidad de los mundos, predisponiéndose a no ser el personaje de ningún historia, es difícil no preguntarnos cuán sabrosa, sino valiosa, será aquella infusión para olvidar pozos, mundos y reencarnaciones y, en todo caso, dedicarse a protegerla.  










lunes, 4 de mayo de 2020

Magias parciales del sketch







El sketch consigue, por su propia magia, decir la continuidad de una manera que las películas no alcanzan. Aunque en ellas el efecto de realidad se encuentre disgregado con astucia y sutileza, hay un desparpajo que el cine, tal vez por sus condiciones de existencia, no puede pronunciar. No se permite esa misma familiaridad de las imágenes que el sketch. Este último, desbaratado de sus propias series, se nos entrega de a pedacitos en la televisión.

Las risas de Moni, el error como forma de narrar una historia y sostener un personaje. La precariedad de una tapa hecha de apuro para simular un libro en escena. La abundancia de episodios, la filmación casi teatral de cada envío, la transmisión diaria de lunes a viernes. Todo lo que sigue en el tiempo (continuidad y cotidianeidad) nos explica que  todo cuanto perdura es imperfecto, como nosotros. 

un sahumerio de jazmín

Falté a casa docenas de horas estos días, de modo que antes de dormirme enciendo una vela a medio hacer de las semanas pasadas. Saco una car...