Dejé el celular en casa antes de salir, mi práctica agroecológica para no distraerme en el colectivo, la caminata, la clase o la actividad a la que vaya. Mi forma de reencontrar otro tiempo en el tiempo. Antes le había dejado unos audios a la Eva, a la hora que yo sabía estaba en la escuela, pero porque me acordé que no le había contestado y no quería volver a olvidarme. Audios acerca del diente de león, la Eva le había preguntado a google pero también a mí. Nuestra práctica agroecológica de saber. Le dejé audios y ella me mandó uno breve riendo desde la sala de maestros, diciendo quería oírme pero lo haría después cuando volviera. Esa mañana había pensado en mí y por eso le alegraba la coincidencia. Nuestra práctica agroecológica de magia. Yo le dejé mensajito escrito diciendo de qué era el audio y recordé que muchas veces cuando dejo audios a seres queridos les pongo de qué son abajo, por escrito, y una leyenda, un etiquetado frontal que dice sin apuro, no es urgente, está todo bien acá. Nuestras prácticas agroecológicas de cuidado.
Como dejé el celular en casa no vi que la Eva, entre su casa y la escuela, me mandó un audio abajo de un aromito, contándome que estaba abajo de un aromito, relatando su pensamiento de esta mañana antes de escuchar las cápsulas de sonido que habían llegado hasta ella. Eran sobre una lectura de cartas, sobre nuestro censo permanente de sensaciones y emociones. Nuestra práctica agroecológica de espiritualidad. Vi ese mensaje después, al llegar a casa, cuando Eva y yo nos habíamos sentado juntas a ver un documental, habíamos coincidido, con tantos y tantas, en un espacio común de fronteras labiles, donde más o menos sabemos quiénes somos y en silencio y compañía habíamos recibido las mismas imágenes y oído las mismas intervenciones. Caminamos largo comentando la velada, compartiendo preguntas, aunando criterios como si tuviésemos juntas que llevar adelante una tarea coordinada, un proyecto político, una misión pedagógica. Nuestra práctica agroecológica del mundo. Caminamos, porque al menos una caminata al día, porque aprovechar que estamos juntas, porque qué lindo todo el tramado que hoy nos juntaba.
Precisamos confianza en quienes nos rodean para finalmente conocernos, saber quiénes somos, qué hacemos, de eso hablábamos, y con franqueza compartir lo que pasa. No necesitamos llamar sincronía al esplendoroso hecho de conocernos.
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