lunes, 1 de enero de 2024

no hubo dos opiniones sobre este tema

 acerca de Un poco más de respeto de Imanol Hammurabi Rodríguez Mac Lean. 

Paraná. Azogue Libros. 2023.

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Entre los muertos y nosotros no existe una distancia física ni espiritual. Tampoco espacial. Aunque parezca poco, entre presencia y ausencia solo nos separa el tiempo. “Entrevistas”, el poema de Circe Maia que Imanol reescribe en el corazón de este libro, trata justamente acerca del tiempo, un tema que atraviesa plenamente la obra de Circe. La profunda pregunta acerca de la consistencia del tiempo como materia misma con la que está hecha la vida adquiere en ese poema, publicado en Superficies (1990), una articulación certera, sutil, misericordiosa. Son cuatro estrofas medidas y simples, pero conmovedoras:


Las burbujas

y chispas

-consultadas-

dijeron

que querían quedarse por más tiempo.


Lo mismo declararon

los más duros cristales

y metales más viejos:


no hubo dos opiniones

sobre este tema.


-Tiempo.

-Más tiempo.

-Un poco más de tiempo.


El poema tiene, además de profundidad, gracia. Su título, las entrevistas, se sostienen en una escenificación precaria… ¿Qué voz consultaría a los elementos dispersos de la existencia? ¿Por qué motivos? ¿Y con qué voz responderían quienes no tienen voz? Una invisibilidad, un silencio, choca con otros en esta escena, pero al mismo tiempo podemos reconocernos en el pedido expresado por quienes pasan fugazmente, burbujas y chispas, tanto por como quienes permanecen, o creemos que permanecen, cristales y metales. No hubo, cómo podría haber, dos opiniones sobre este tema.

El tiempo es en este poema, y en nuestras vidas, aquello que nunca alcanza ni nos sacia. Siempre quisiéramos más, aunque no nos esté permitido pedirlo ni nos sea concedido sin término ni fin. El tiempo es aquello que por definición acabará, aunque no sepamos cuándo, aunque no sepamos cuánto. Las voces de los elementos, artefacto grácil e imaginario con el que la pieza de Circe trama sus entrevistas, pasan de la solidez a la pequeñez. Piden tiempo, más tiempo, un poco más de tiempo. No solo insisten, lo cual agranda su pedido, sino que claudican antes del silencio del poema recortando su reclamo, conformándose con un poco más de tiempo, aunque ni siquiera eso les pueda ser dado, lo cual empequeñece su pedido.

Un poco más de respeto toma ese verso y lo transforma en el pedido que considera inteligible en boca de los muertos: “Respeto / más respeto / todos los muertos coincidieron / un poco más de respeto”. La operación es doble. Por un lado, el poema toma de la escritura de Circe una superficie desde la cual proyectar su propia angustia, su propia pregunta, por la finitud de la vida. Por otro lado, el poema da por única vez en todo el libro, voz a los muertos desde la muerte, desde el cementerio. Algo que sucede muchas veces en el libro, pero con los vivos, cuyas voces atraviesan en cursivas muchos versos a lo largo de los poemas. Se replica entonces el recorte de la voz, su puesta en escena, a la vez que se intercambia tiempo por respeto. 

¿Por qué será esto último? Me pregunto qué va del tiempo al respeto, pero también por qué no el tiempo. Los muertos serían quienes ya no pueden pedir tiempo, pero también quienes ya tienen tiempo. Con la hechura ambigua y contradictoria que su estado les da, nos aparecen por una parte como quienes ya no están en el tiempo, pero por otra como quienes tienen todo el tiempo, la eternidad. Ellos estarían llenos de tiempo. Aunque claro, cómo podríamos saber si eso sigue siendo tiempo o no. Nada de lo que es de este mundo puede llegar al otro mundo, nada equipararse ni proyectarse de manera que no serán los muertos quienes pueblen el poema sino una serie especifica de trabajos simbólicos, afectivos, poéticos hechos en los límites del tiempo.

Además es sano preguntarnos por lo obvio, ¿por qué los muertos nos causan respeto? ¿Por qué el respeto que les tenemos no les alcanza como el tiempo no nos alcanza a nosotros? ¿Por el dolor que sus partidas nos han causado? ¿Porque ellos ya conocen el secreto? ¿Por qué tendríamos que respetar a nuestros muertos? ¿Qué los pondría por encima o por debajo nuestro? Mientras la búsqueda de más tiempo en el poema de Circe nos iguala con los materiales de la vida, la voz que llega desde el límite nos reclama ternura, respeto, trabajo. Nos pide techo, alambrado, lumbre, como se expresa en el poema de las cenizas. La madre indica el sitio de las tumbas de quienes han sido incinerados y esparcidos: 


ella sí que sabe

dónde están todos

los que se nos fueron escapando


Sus rezos

le hacen de techo

a estas tumbas


En los poemas las figuras que aparecen son de este corte: encuentran la manera de aternurar y acariciar aquello que no está, lo que se nos va de las manos y los ojos. Nuestra voz hace de techo, cubre, como la caricia en el rostro del cajón, el velo dentro del panteón, la cruz en la tormenta y el nudo del pañuelo. A lo largo del libro el cuerpo es rostro, manos y voz. No mucho más. Ahí están los límites, los sitios de conexión con el más allá. Los puntos del cuerpo por donde la vida se nos escapa.

Digo esto y pienso en las operaciones afectivas que sostienen la escritura de algunos tomos, algunos tonos, de la poesía contemporánea en éste, nuestro tiempo. El poema es, en ese reflejo de rezos que hacen techo, la manera de dar forma, la piel con que se cubre estas ausencias en este caso, en el caso de Ima.  El libro pone en escenas un cúmulo de voces oídas, música, e incluso “el chaparrón / de aplausos”. Hay imágenes visuales, algunas pocas táctiles y otras tantas auditivas porque es en ellas donde los poemas se identifican a sí mismos. El corte de versos le permite a Ima hallar una manera propia de elaborar sus rezos, atar sus nudos, colocar sus techos, aunque estos sean tan frágiles como los demás. 

La poesía contemporánea insiste en sus propias imágenes de la precariedad. Los finales del tiempo tienen cerrojos pobres, hechos de pañuelos, madera, adorno, voces. Quiero decir, los poemas nos permiten tratar en nuestro tiempo, este tiempo, con nuestras faltas y nuestros excesos. Quizás no nos esté dado encontrar tonos fuertes, y tal vez a nuestras voces les pertenezcan parcelas cada vez más pequeñas. La intimidad sigue siendo una operación afectiva que cabe en el poema, y en él se escribe, como en este libro, el vínculo con la madre que “sí que sabe”, y con el propio futuro. Los muertos en el pasado, la madre en el presente, nosotros en el futuro. No creo se trate tanto de la fascinación por lo que las personas hacemos ante las tumbas (“Ventilar el panteón del abuelo / cargar el balde cerca del pino / lavar el piso / prender velas”), sino por los sentimientos que encuentran materia, dulzura, cuando tratan con la presencia de la ausencia. Todo esto que nos pertenece a nosotros, que viene incluido en el reino de este mundo y que lejos de taparse consigue un sitio permanente alrededor nuestro. 

Encontramos cuerpo donde no debería haberlo, conservamos su forma pese a las destrucciones a las que se expone. La primera vez que leí este libro lo hice con enojo y desconfianza, la segunda con cariño. Se trata de una colección de visitas, algunas físicas, otras del recuerdo y la ensoñación. Cada texto trabaja su corte de versos para incluir voces, situar la hondura que encuentra en las escenas que atesora y dar con una ambigüedad que resalta en algunos momentos. No hay mucha metáfora, en todo caso lo que sucede es que el cementerio se sobreimprime como alegoría y los poemas calcan ese símbolo. Solo los cuchillos enterrados, el corte no de los versos sino de la tormenta, se presentan como metonimia de los demás entierros y presagios. La pregunta con que fracasamos en cada ceremonia, por otro lado, es qué hacemos con lo que no pudimos. Aunque en el ejercicio de ese fracaso se escriban otras consultas, como cómo puede ser que continúe el deseo allí mismo donde, supuestamente, se acaba el deseo. ¿Por qué parece que no acaba lo que acaba? ¿Nosotros no los soltamos, ellos no nos sueltan? ¿Podemos, en verdad, irnos de aquí? El amor no será más fuerte que la vida, pero al menos no se termina. 




Las fotografías pertenecen a la serie de panteones y milagros de Daniela Arnaudo que se puede observar completa aquí.


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