El aura viene del pasado, pero su imaginación pertenece al presente. Las imágenes siempre imaginan en presente. Investigar sobre este suceso contemporáneo a nuestra experiencia nos enrieda y entusiasma. El entusiasmo corresponde al descubrimiento retrospectivo: un darse cuenta que las imágenes van enseñando a medida pasan delante nuestro, anexo a su perenne fascinación. El enriedo por su parte se liga a la diseminación que enuncian, como polvo que vuela, cada vez que las tocamos.
Veo entrar a Alberto Closas en el sketch de Soledad. Entonces apunto su nombre y detrás suyo encuentro una serie de películas, obras de teatro y apariciones televisivas. En su caso, por ejemplo, las imágenes, algunas irrecuperables, que los títulos prometen han sido tomadas en varios países por los que cuerpo e imágen han transitado. Closas falleció en 1994, poco después de su visita a la Argentina donde tuvo tiempo de hacer chistes de doble sentido con la señorita Soledad. Todas las promesas son anteriores a ese momento, y lo acompañan. Se abren en la imagen que recortamos.
También aparece junto a su nombre el célebre matrimonio con Amelia Bence. Y en Amelia se guían otros derroteros, más títulos y más promesas. Entre ellos, junto a su nombre es imposible no inscribir la dorada letra de su amiga Mirtha Legrand.
Tras sus términos, cine, televisión y teatro se dan la mano a la par de exilios, viajes y matrimonios. Entonces el alfabeto de polvo que las imágenes diseminan se vuelve todavía más incontrolable y nos obliga a seguir mirando. Con ellas vamos hacia atrás a la vez que hacia adelante en busca de los cuentos perdidos, las explicaciones no dadas y las promesas por cumplir. En algún sitio habremos de caber nosotros.
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