Se trata de una obra con temas; Verne construyó una suerte de cosmogonía cerrada sobre sí misma, que posee sus propias categorías, su tiempo, su espacio, su plenitud e incluso su principio existencial.
(...) una felicidad común por lo finito, que puede encontrarse en la pasión infantil por las cabañas y tiendas de campaña: el sueño existencial de la infancia y de Verne consiste en amurallarse e instalarse. El arquetipo de este sueño es esa novela casi perfecta, 'La isla misteriosa', donde el hombre-niño reinventa el mundo, lo llena, lo cerca, se encierra dentro de él y corona este esfuerzo enciclopédico con la postura burguesa de la apropiación: pantuflas, pipa y un rincón del hogar, mientras afuera la tormenta, es decir el infinito, se enfurece inútilmente.
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roland barthes, 'nautilus y el barco ebrio' en mitologías, pagina 83-84, traducción de héctor schmucler
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