martes, 28 de mayo de 2019

Esta correspondencia me excita / Francisco Gandolfo

Correspondencia



Soy el nuevo Adán

que se tiende al sol

para recibir el cosmos



estoy aquí sorbiéndolo con mi cuerpo

libre de tensiones



también los ratos

de las estrellas que no veo

se adhieren a mi piel

como al pelo de los gatos



la atmósfera que me envuelve

traspasada de nubes y de pájaros

oliendo a vegetal y tierra

me oxigena y acaricia



a través del pasto fresco

con insectos que me caminan

el suelo me penetra de humedad

y sustancias minerales



las galaxias me envían

cartas de amor con un rulo

un pedazo de vestido

o el hilo tejido

que su cuerpo lució



las líneas temblorosas

de sus manos dicen

que retribuyen mi atención



esta correspondencia me excita

y la contesto con versos que exaltan

la amante energía de vivir.














Estrella





En un partido de fútbol


fue tan grande mi esfuerzo por meter un gol


que cuando lo hice me desmayé





mi mejor amigo me cargó en sus hombros


y me llevó hasta la cama


donde desperté de noche


con una estrella en mi cuarto





tan viva que tuve escribir sobre ella


y no la pude explicar





mi amigo volvió y al verme bien


me dio un cigarillo


y hablamos de estrellas





él me dijo que de chico


tuvo su estrella favorita y la perdió


como quien dice jugando al truco





yo le contesté que las estrellas


de chico encantan


y de grande acomplejan





por eso él era más aplomado que yo


tanto


que había metido dos goles


y encima cargó conmigo





no obstante


aunque sea problemática


una estrella nunca está de más


para saber por ella


lo que no puede explicarse.











en Poemas joviales (1977), incluido en Versos para despejar la mente. Editorial Municipal de Rosario. Rosario, 2016. // La pintura es de José Luis Menghi, y ésta recogida en T.R.I.P.A. (Trabajo de Registro e Investigación sobre Paisajes Argentinos), a cargo de Maximiliano Masuelli.

[Mayo 28, del año 2017]


Avec mes souvenirs j'ai allume le feu. 🎶









domingo, 26 de mayo de 2019

El audio indiscreto - [Mayo 26, del año 2019]

Aún encuentro encanto en hablar con desconocidos a través de internet. A V. lo conocí por contactos e intereses en común. Desde entonces nos escribimos a veces. Como V. siempre me fue presentado ante mi mirada de redes como militante de una extracción política determinada, aprovecho para consultar su opinión política sobre temas de mi trabajo.

Él siempre responde con amabilidad. V. tiene el don de la generosidad en sus relatos. A veces, curioso por el potencial imaginario que me provee charlar con él, consulto por otros datos de su vida cotidiana. Como un personaje en construcción, V. responde en el mismo tono. También hace preguntas y expresa opiniones. Algunas de esas opiniones tienen la forma de un mimo digital, como cuando me dijo "es que me cabe hablar con vos".

Hace unos días, cuando había sacado la edición de EMR de la obra poética de Francisco Gandolfo (se llama "Versos para despejar la mente", los cuales traje a mi mesa de luz en busca de que su título funcionara, sino como remedio, al menos como firme intención), comencé a leerle un poemario a través de Whatsapp. Mientras él cuida una obra en otra provincia, yo leo una parte de los "Poemas joviales" (1977), en que Gandolfo exalta los mensajes del universo:

las galaxias me envían

cartas de amor con un rulo

un pedazo de vestido

o el hilo de un tejido

que su cuerpo lució



las líneas temblorosas

de sus manos dicen

que retribuyen mi atención



esta correspondencia me excita

y la contesto con versos que exaltan

la amante energía de vivir



No sé cuántas poesías he mandado por internet desde que descubrí las redes. ¿Eso fue antes o después que comenzase a dar talleres? Si saco cuentas, hace más de diez años que me reúno con personas a leer poemas. Con el tiempo, las escenas y las formas cambiaron. Sin embargo, en el corazón de aquello que para mí es un taller siguen estando el poema y la búsqueda de darle un cuerpo (entregar un cuerpo) al poema a través de la voz. Dar un taller, como en la conversa de Whatsapp con V., es leer un poema en voz alta.

Ayer, al despertarme súbitamente (¿uno puede despertarse de otro modo?), envíe un mensaje a V. Le preguntaba si aún estaba en la obra y le leía un poema más. Después me fui a dar taller. Trabajamos con un solo poema durante toda la mañana. Cuando era chico a veces también hacíamos eso.


Cada vez que tengo más claro el objeto con que trato de adentro hacia afuera, dentro mío se genera el efecto inverso. Dado a otros, el poema deja en mí una sensación de vacío que ya no me agarra por sorpresa.

En la escena final, luego de terminar de leer me senté en la ventana mientras todas hacían chistes y distendían la tensión del momento previo. Una de ellas me miraba fijamente, sonriendo como yo en ese instante. Acababa de decirles que la angustia, la ansiedad y el entusiasmo de no saber qué hacer con el poema y las preguntas recibidas, eran -¡por suerte!- una sensación por la que yo no tenía que pasar. Es mi privilegio de tallerista.

Supongo que el cansancio respecto a la poesía que algunos días me visita tiene que ver con desarmar una identidad y un nombre donde ese sustantivo fue fundante. Pero también, con la imposibilidad que siento en este tiempo para sostener la cotidiana alegría que supone leer poemas a desconocidos como cartas de amor al universo. (¿Será que no encuentro, como Gandolfo, en las temblorosas líneas de su mano la correspondencia que me excite?)

Para saber si esta noche le toca de sereno, a V. le pregunto si hace obra hoy, como si se tratase de un actor. Algunas mañanas mamá me escribe preguntándome si hoy doy taller. ¿De qué hablaré en el futuro?

Breves poéticas visuales y domésticas / 1



Realizo un trayecto que va desde la terraza del edificio a la cocina de casa. En el vídeo, me interesa la cotidianidad de los sonidos (al grabarlos, adquieren una naturalidad y potencia impresionantes). Hacen serie el ruido de los autos, los pasos, las puertas que abro y cierro y las hojas que se arrancan.

En la cocina encuentro el gesto que la falta de luz de la terraza no me permitía. Sobre una hoja está trazado mi nombre en imprenta mayúscula. La quemo. Mientras eso sucede, repito el trazo en otra hoja. Hago el mismo movimiento tres veces, dando lugar a que la velocidad del fuego aumente. En una cuarta hoja, y sin que el primer fuego se haya consumido aún, comienzo a escribir mi nombre varias veces en cursiva en tanto la hoja arde. En un último gesto de apuro, firmo.

La escritura apremiada por el tiempo se divide entonces entre la imprenta mayúscula cuando tenemos tiempo (antes del fuego), la cursiva cuando tenemos menos tiempo (durante el fuego) y la firma cuando nos quedamos sin tiempo ni lugar: el fuego ya está aquí.

Comienzo a entregar el resto de hojas al fuego. Allí se encuentran los poemas de Úrsula K. Le Guin que tradujo este verano Ezequiel Zaidenwerg. Los leo, siguiendo como antes, el tiempo del fuego. La disolución de las hojas me obliga a formar un texto nuevo en la lectura, hecho de restos. La lectura vertiginosa incluye cambios en algunas palabras, a modo de una leve traducción.

"Así que ahora voy a darme vuelta / voy a  desahogar una conciencia amargada / a la que la alegraría alegrarse / de la segunda Revolución rusa / pero no puede, porque está vieja / y sabia y mezquina y femenina / y dice: Así que los hombres, / después de pasar setenta años en el nombre de algo, / Setenta años para nada. / Y el sueño que vino antes de la traición, / Alguna vez canté libertad, / La razón por la cual estoy aprendiendo castellano / leyendo Neruda palabra por palabra /  leyendo a Dickisnon / y sin que me guste demasiado, y la razón / y la razón por la cual estoy sentada / acá escribiendo esto, es que estoy tratando / de hacer algo. / Me da vergüenza ponerle nombre. / A mi papá me gustaba usar palabras / Se afeitaba con la navaja de Occam. / ¿Por qué inventarse cosas / si ya hay suficientes? / Ésa es la versión más elevada / de esta cosa que hago: / bondad y valentía, crepúsculo y mar. / Es seda pura. / La mía es solamente de rayón. / Esta historia me la contaron. / Se quedaron todo el día / Se dieron vuelta entonces. / Se dieron vuelta a contemplar la chatura del lado de silencio. / Cuando veía murciélagos volar / por el crepúsculo de California / en el sueño / ¡Pero es una palabra suave, Judith! / "Exilio" también es una palabra suave".

Al llegar a la última hoja y último verso, repito esa oración como golpe de sentido. Encuentro entonces un título para la obra.

Exilio también es una palabra suave.




un sahumerio de jazmín

Falté a casa docenas de horas estos días, de modo que antes de dormirme enciendo una vela a medio hacer de las semanas pasadas. Saco una car...