sábado, 12 de abril de 2025

análisis institucional


al principio todos decían "bien", pero después al rato cuando parece que habían entendido qué íbamos a hacer entonces empezaron a contar un poco más, a abrir esa gama imperfecta de emociones con que estamos hechos. ¿cómo hago una didáctica de las emociones? hacemos una ronda para que cada uno cuente cómo se sintió en su semana, qué hizo y qué emociones encontró. todos hablan, algunos menos, otros más, pero todos hablan y medianamente alguna escucha se sostiene. todo el rato hacemos esto, conversamos, les voy diciendo lo que creo de las emociones, voy intentando dejar mojones. después anotan cada uno, con autonomía, qué hicimos hoy, lo que sea hayan entendido que hicimos. algunas prácticas tienen sentido: como ya es la tercera vez que lo hacemos así, sus anotaciones cobran mayor fluidez. siguen repitiendo "yo copié un montón" y yo les sigo explicando que eso no es copiar, sino escribir: copiar copiamos de un pizarrón, de un libro, ahora estamos tomando apuntes, estamos escribiendo nosotros. les digo que hacemos así porque ya son grandes, pretendo, yo pretendo, legitimarlos, reconocerlos así en medio del cuidado que hacia ellos todavía intentamos. me entristece que nuestra pedagogía y nuestras ilusiones se llenen de "todavías", la vida no es todavía, la vida es, lisa y llanamente: el mundo nunca se da a pedacitos, solo la completud es mundo. escriben con muchísimos, demasiados errores, me molesto con las seños de grado. después la mau me dice que aunque ellas corrigen y corrigen, no hay forma y le creo. hay un error ortográfico por ejemplo en la brusquedad y ruido que manejan en el comedor y no lo podemos corregir tampoco. dejo de lado plenamente cualquier distinción entre emoción y sentimiento, cualquier berretada de cuenta de ig y cualquier intento de gerenciar emociones: hablamos y buceamos dentro nuestro a ver qué hay. me cuentan del miedo porque se vacunaron, porque vieron una sombra, porque escucharon un ruido. me cuentan de la frustración cuando pierden al fútbol o al free. también de la alegría o la tristeza de cuando llueve o no pueden venir. varios no podían salir de casa si llueve. otros viven en las vías. oigo sus vidas. vuelvo a casa. quién sabe.





la semana pasada escuché a varios estudiantes universitarios, de filosofía para más inri, aprovechar un resquicio que abrió una clase de análisis institucional para criticar con todo a la escuela a través de los argumentos ya sabidos (yo también los conozco, y les doy sus razones) de la dominación, la reproducción, el disciplinamiento y la mar en coche. me sorprendió para mal la gracia, el gusto y el goce con que hacian sus críticas a la escuela al momento de pensar en ella y cómo a nadie ahí, tampoco a la profe, se le ocurría recuperar la convivencia, al lado de todo eso, de las demás cuidados, ampliación de derechos y transformaciones que la escuela realiza. más en una materia de trayecto pedagógico, más habiendo elegido todos los que estamos ahí seguir viviendo de la escuela, en la escuela, con la escuela. iba a levantar la mano, pero ni ganas porque además me fui dando cuenta que todo aquello me entristecía demasiado. pensaba en beatriz que tan hermosamente describió en la maquina cultural cómo la escuela disciplinó y alfabetizó por partes iguales, con mismo esmero y eficacia. no nos gustaba que discipline, pero ahora ni alfabetizar podemos y queremos que los pibes no roben porque sino los queremos matar o apresar, ¿pero entonces quién les va a enseñar? yo desde que ganó este partido me puse más sarmientino en mi ideario educativo, qué caraj*s, si además a esa fantasía decimonónica le debo saber leer y escribir con el bien que eso me hizo. no estamos pudiendo enseñarles a los pobres a leer y escribir. no estamos pudiendo enseñarles a los pobres a leer y escribir, lo repito porque eso es el abandono pleno de un proyecto de país y entiendo que en la facultad eso no importe, porque los pobres no van a la facultad porque no les enseñamos a leer y escribir. yo sé, yo sé que los dilemas de la modernidad son arduos, pero los prefiero a esta mierd* coloreada tanto de fascismo como de progresismo.





digo, ¿no? tendría que haber diferencia entre un estudiante universitario criticando a la escuela a un funcionario de la patronal o un comentarista de elonce, porque a veces parece que no la hubiese y todos disfrutasen de pegarle. la escuela es un blanco fácil, si siempre hacemos agua por todos lados. sin embargo, en esa misma clase la profesora enumeraba la remanida serie contemporánea de complejidades en que están inmersos infancias y juventudes a nuestro alrededor para luego preguntar de manera retórica "¿qué hace la escuela con eso?", en un ademán que para quienes pasamos por las primarias no resulta incontestable sino fácilmente respondible. no será mucho lo que hacemos pero por el momento lo que sí hacemos con todo eso es recibirlo, seguir recibiéndolos a esos mismos gurises enguajados de vulnerabilidades, barbaries y entramados cada vez más enmarañados y díficiles. hacer eso, recibirlos, verlos, oírlos, intentar educarlos es ya en sí una tarea demasiado díficil como para que encima todo mundo tome por deporte defenestrar ese espacio. miren que no está lejos de los planes gubernamentales continuar su desmantelamiento, si total.

martes, 1 de abril de 2025

el andén provinciano

 


Me acomodo a escribir en el calor reciente de la cocina. Los últimos días hago panes por la noche, cuando voy cerrando la jornada y la tibieza se vuelve necesaria y amena. Por estos días leo, con fascinación y hermosura, una novela escrita hará setenta años en la ciudad donde vivo. Por el cuidado con que allí todo está escrito y detallado, por la profundidad de cada uno de los recuerdos congregados, me muevo despacio dentro suyo. "Dentro suyo", como corresponde la expresión, puesto que Historia de una expresión (1947) está hecha con innumerables capas de interioridad. Por un lado la de la provincia, por cuyo motivo la leo en el marco de las conversaciones públicas acerca de la narrativa entrerriana que con Matias e Ivana venimos desarrollando en nuestra querida Biblioteca provincial, con ese adjetivo, provincial, y que Ana María Garasino no olvida en ninguno de los momentos. Como un término que se explica a sí mismo, a veces llega su límite expresivo: contemplando el campo y sus quehaceres, exclama, conmovida: "¡Entre Ríos!". Y dentro suyo, el pueblo que separa en sílabas, el pueblo que califica cada vez como provinciano y que cree, en muchos momentos, capaz de sentir todo él lo que en su casa se siente. Las penas y alegrías solariegas que ella percibe tomadas de todo el pueblo o expandidas a todo el pueblo no solo en un cortejo de rumores y murmullos sino también de sensaciones. La casa, claro, como interior del interior y dentro suyo las huertas, las casas de muñecas, los cuadros, el bordado de los balcones. Capas de interioridad donde se concibe la profusa vida interior de la niña, la protagonista que ahora escribe sus memorias, las memorias de su imaginación.

Como Habitaciones (2002) de Emma Barrandéguy, Historia de una expresión piensa fuertemente la interioridad como motivo de provincias y desde ellas trata de pensar cuál intimidad pudimos conocer. Mujeres deseosas ambas, escritoras las dos, cada una de sus autobiografías contiene los oblicuos recorridos por medio de los cuales se convirtieron en tales.

Pero no es eso, todo aquello que con tiempo y espacio se hará como lectura crítica de este tomo precioso, lo que quería apuntar antes de terminar el pan y cerrar los párpados. Más bien quería volver un tanto sobre lo que estos días siento mientras leo este precioso tesoro olvidado. ¿Cómo medir los olvidos? Ana María no se queja en su texto de las costumbres idas, y es medida tanto en el elogio como en el rechazo hacia los cambios y transformaciones. Parece conservar, merced su vida interior, todo el vínculo continuo que deseaba con lo que deseaba. Por eso no, no es a ese olvido al que me refiero sino a otro, el que hizo que no conociese antes esta novela. ¿Cuánto tiempo se precisa para que una lectura se olvide? Bien recibida por sus contemporáneos, impulsada por algunos que le soñaban futuros promisorios incluso, ¿las operaciones editoriales, las operaciones críticas, las imágenes de autor alcanzan para explicarnos la configuración de un campo? El campo al que me refiero, Ana María, no es al que tú te referías... aunque campos, si decimos campos, tampoco creo conocer el que conociste y que, aunque intento imaginarme, tampoco puedo saber dónde habrá estado ubicado. Tus precisas marcas topográficas, tan elocuentes cuando hablas de Paraná, se pierden un poco en nuestro presente cuando sales a las afueras. Conocí otros campos, pero no tenían los inmigrantes que mencionas, ni llevaron en mí las sensaciones que entonces me dices llevaron en tí.

Lecturas y escrituras suceden en un marco ordenado y puntual que son las 'estructuras de sentimiento', pero ellas son afectadas por el tiempo y resulta difícil recobrarlas. Trato de entender la sentimentalidad que llevó a esta mujer hace tantos años a habitar, el verbo es adecuado, esta ciudad de la forma en que lo hizo. Haciendo esos usos imaginativos de su alrededor que ahora, tantos años después nos cuenta. ¿Cuántas capas de tiempo soporta un libro? Unas décadas después de vivir aquello que ahora recuerda, Ana María escribe y otras décadas luego yo leo aquellos recuerdos que ella tiene a bien acercarme. Roger Chartier decía que leer es oír a los muertos con los ojos.... ¿sin embargo algunas voces se pierden en entre tanto? Siendo ‘tanto’ no solo el tiempo, sino también el espacio y los nombres. ¿Cada cuánto se pierden? ¿Cada cuánto se recobran?

Quiero decir, ¿en qué momento de la transmisión cultural cayeron tantos objetos de nuestro quehacer local en desuso? Trabajamos en este grupo sobre textos que tuvieron relevancia en sus contextos de producción, tanto temporales como espaciales, incluso con algunos que merecieron de sus contemporáneos tanto el aplauso crítico como el respaldo económico y la reedición. Comprendo que nosotros variamos puesto que ya no somos sus contemporáneos, y como tales podemos ya no pensamos como pensaron aquellos. ¿Eso alcanza para entender un olvido? ¿Con cuántos tiempos está hecho un tiempo? Esos textos, esos casos a nuestro alrededor son muchos. ¿Componen una tradición? ¿Un sistema? ¿Una escuela? ¿Compusieron alguna vez una estructura del sentir? ¿Varias de ellas?

Sobre la señal sonora de un tren que parte o llega, la pequeña Ana María Garasino aferrada a su padre nos dice, sobreimpreso a su recuerdo, no saber, no poder acordarse qué hacían allí: "No lo sé. Ni sé, tampoco, si fuimos a alguna parte, o si estábamos aguardando a alguien que no llegó; ahí mismo, donde junto a la caldera infernal o a los rasgos inocentes del musgo, podían reunirse a deliberar los grandes reformadores u ordenadores sociales, desde un descontento tan lejano y tan viejo como el mundo. Aquí también, bajo el techo sombrío e inclinado del humilde andén provinciano, surcado de esperanzadas muchachas, habría lugar (...)". Vuelta del tiempo, la escritora viaja hasta su recuerdo para que allí, en ese sitio donde ella y las esperanzadas muchachas estaban, haya lugar para los autores que ella luego conocería, las discusiones filosóficas de las que, lejitos y en silencio paranaense, participaría. Ahí donde puse el paréntesis suspensivo los cita, y antes también bien venía dando cuenta de ellos. Vuelve hacia atrás para hacerles lugar en un sitio que, por no ser el de la partida ni el del encuentro, se vuelve simplemente el testimonio del pasaje, del tren que parte. ¿Cómo se permanece en un andén? ¿Cómo se permanece en una provincia? La imagen es paradigmática, puesto que en ese sitio de pasaje (¿qué esperanza esperan las muchachas esperanzadas?), se pretende hacer lugar, hacer caber a todo aquello que luego se conocerá y que no parece, de natural, tener sitio allí.

Ahora mismo, cuando a la vuelta del siglo que Ana María está narrando, nuestras condiciones de vida, las formas de la organización social, vuelven a ponerse en debate, antiguas imaginaciones todavía no oídas vuelven a visitarnos. Todo este tiempo que vuelvo sobre trozos de una literatura olvidada o poco atendida, en nuestras charlas, en los encuentros que hemos compartido, en los márgenes de mi lectura, me pregunto si estos textos no habilitan la pregunta acerca de qué es una provincia, cómo se la habita, cómo se la escribe. Las imágenes que los textos me devuelven son elocuentes, y hacen de ese margen, de ese andén en que la escritura y la lectura se recobran y olvidan una provincialidad posible, una delimitación interior para la vida de quienes no partimos.



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Fotografía de Marisa Negri en el jardín de otro escritor, otras provincias, otros olvidos.

me llené de mocos

Me llené de mocos. No deben haber aparecido mágicamente, pero los noté con claridad el viernes a la tarde, en el exacto compás en que acabab...