jueves, 21 de marzo de 2024

asesinatos y olvidos


No miro noticieros desde hace mucho porque no soporto -o supongo nos hace mal- el tratamiento dado a las noticias. También porque por principio pienso, de un tiempo a esta parte, que debemos ser cuidadosos de la cantidad de información que recibimos. Todo aquello que oímos va teniendo que ubicarse dentro nuestro, y desde allí saturarnos, aquietarnos, volvernos más temerosos o molestos, formar parte de la manera en que comprendemos la existencia. 

No miro noticieros entonces, pero no dejo de estar atento de vez en cuando a diferentes titulares. Como los que Google elige para mí en la pantalla de inicio o los de páginas locales. Pueden sumarse también enlaces que abro a partir de los estados de WhatsApp de mis contactos. En ellos descubro esta semana macabras y novedosas formas de morirnos.

Debo sumar también la radio, que a veces oigo al venir con mi papá o subir a algún otro auto. Por ella me enteré hace poco del fallecimiento de un niño de trece años, aunque la nota le llamaba ya adolescente, al meterse en un freezer de su casa una noche de calor. Su muerte accidental recordaba otros sucesos similares en décadas pasadas, a partir de los cuales se podía reflexionar acerca de la necesidad de comentar con niños y adolescentes cómo se usan los artefactos y qué recaudos hay que tener pese a lo que nos parezca obvio o demos por descontado. En este caso, el reportero era bastante respetuoso de la tristeza del hecho que comentaba. Su tono y los adjetivos utilizados daban cuenta de ello. La nota me dejó pensando, por supuesto, qué habrá pensado el pequeño al meterse allí, y en este sentido qué vínculo puede tener esa muerte con las desconexiones de la realidad: ¿no es una imágen de dibujitos o videíto de life hack el suponer podía refrescarse así? ¿A qué imaginación técnica responde lo que quiso hacer?

Con ribetes más oscuros está el caso, que sigo a través de elonce, de un niño de tres años olvidado por sus padres en el auto al momento de ir a trabajar. Según la nota dice que luego dijeron, fue un olvido puesto que deberían haberlo llevado a una guarderia. Aquí ya es más difícil imaginar qué pasó, qué idea cruzó por la cabeza para semejante olvido, como en el caso anterior, de la vida. Cuando veía la serie del 911, un capítulo presentaba la situación de una mujer sobrepasada por si trabajo que atropellaba a un hombre, lo llevaba sobre su auto y tardaba mucho tiempo en darse cuenta. Todo en aquella escena estaba caricaturizado, pero se situaba además en los ritmos e imaginarios de trabajo de los Estados Unidos. Difícilmente se me ocurre esos sean ritmos presentes en nuestros países. La forma y demanda de nuestro trabajo también corresponde a nuestro subdesarrollo. Entonces, ¿cómo se lo olvidaron? Pero además, ¿cómo resistir a la tentación de interpretar ese olvido? Qué tenebroso ver asomarse el impulso tanático que reprimíamos, nos decían, a principios del siglo pasado más allá del principio del placer.

Esto se suma a las declaraciones de un empresario local vinculado a las estaciones de servicio que, siendo tendencia el crimen del playero a manos de sicarios en Rosario, señala, y el redactor elige ese sea el titular, que no está bueno que te maten un empleado. No puedo imaginarme, de nuevo la imaginación, una declaración más empobrecida respecto al valor de la vida humana. Una forma poco pasional de referirse a la muerte que pongo en serie con el abogado de la peluquería porteña donde un empleado fusiló a otro. El letrado señaló que aparentemente había algún conflicto entre ellos, pero que no son esas "las formas". ¿Cómo referirse a las formas, a cómo conducirse, a qué hacer en caso de, cuando ya no hay más posibilidad? Es decir, siento que cada una de esas líneas discursivas oblicuas abiertas a partir de asesinatos y olvidos desaloja de su léxico, de su imaginación, de su pensamiento quizá, el hecho de que la muerte interrumpe toda posibilidad al menos como los humanos la conocemos, es decir, como vida. Por ello me parece imprescindible poder volver a referirnos a la muerte como final, como situación irreversible, como gravedad. No como hecho pasajero, situación a revertir, conflicto que permanecerá, erogación no planeada. 

Siento en esas sutilezas de cómo hablamos, qué decimos y qué no, van los quehaceres del presente, nuestra intuición del mundo, qué estamos entendiendo por existencia. También todos nuestros temores, porque pienso en los niños que van oyendo acerca de lo fácil que es morirse cuando los noticieros cuentan acerca de estos accidentes o una balacera en que una pequeña resulta herida. Un miedo, una imágen, que viaja de la pantalla rápidamente a sus oídos y sus ojos mientras todos hacemos como si nada pasara. Pienso también en nosotros, puesto que cultivamos estos miedos y horrores alrededor nuestro y luego no entendemos de dónde proviene el pánico, nuestro o ajeno. ¿Cómo no tener miedo a morirnos si vemos a nuestro alrededor lo sencillo y popular que está siendo en este momento? 

La lista continua pues en ella también podemos agregar la violencia ejercida hace unas semanas contra una militante de la que nos enteramos ayer. Ahí también están, y seguí el episodio por Página 12 y sus comentaristas, los encuentros entre violencia y política que vuelven todo más complejo. Los comentarios de la página hablaban acerca del contexto pero muy poco sobre el dolor de la persona agredida. ¿Otro olvido...? 

Algo de todo eso tal vez se repare hablando acerca de lo que vemos, enterandonos de menos noticias también, claro, pero sobre todo hablando acerca de a qué tememos, que no queremos nos pase y qué hacemos al respecto o qué postura tomamos. En este mismo sentido, conversando acerca de la muerte, que termina siendo de lo que menos hablamos pese a estar fijados en ella cada canal de noticias. Hacernos una idea personal, familiar, afectuosa de ella, y también de lo que no nos gusta.

Poder decir, a mí no me gustar pasar mucho tiempo en grandes ciudades porque me parece cruel el trato que tienen las personas entre sí. Poder decir, ¿tenés repelente? Porque viste que dicen hay mucho dengue y es feo. Poder decir, qué triste lo que pasó en Rosario. No está bien que maten a alguien así.

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