lunes, 2 de agosto de 2021

caminar y soñar



Aquello que nos pasa es siempre otra cosa. Pensamientos y sensaciones de la intimidad, actividades del hogar, tareas repetidas a lo largo de las jornadas. Noches, sueños, clases, esculturas y dibujos nos deparan las más secretas novedades a medida que los atravesamos. Aunque los nombres sean unos, las experiencias (las cosas) serán siempre otras.

Esa parece ser la lección (sino la certeza) que puebla los apuntes compilados por Raquel Minetti en Programa doméstico (Azogue, 2021). ¿De qué estaremos hablando cada vez que decimos "otra cosa"?

Como señala su compañera Victoria Ferreyra en la contratapa,
esta es una publicación que hace parte con otro todo (un "universo"
dice Victoria) de Raquel. ¿Nombres con universo? Si pensamos en Raquel no se puede referir su sitio en las artes visuales locales sin hablar también de su enseñanza, su activismo, la gestión, sus talleres, sus hijos, su rostro, sus obras en museos, sus obras en taller, sus obras en foto, sus mensajes de whatsapp. No sólo porque todas estas actividades existan como materialidad de sus días, sino porque ha sido ella misma quien se ha encargado de darles el mismo sitio en su discurso, jerarquizando en horizontal, en cada acción, una cosa y la otra.

La ambigüedad de lo doméstico es uno de los aspectos más inquietantes que Raquel observa en el tiempo y el espacio. Esta inquietud no solo se descubre en su manera de poner a un mismo nivel, sino que también queda como huella, como disputa, en la escritura de los apuntes: "la sensación de tener todo el tiempo / la sensación de no tener tiempo", dicen unos versos, y en otro lado empieza diciendo "Buscar en las profundidades. Buscar en la superficie". No son contradicciones, pues la pareja acepta dentro suyo otro tipo de conjunciones más armónicas como el hermoso par "caminar y soñar", o el terrible "separar-estar" de otras páginas. A medida que pasa, ese poner juntos va formando dúos: todo y nada, tiempo y espacio, habitación y cocina, cuerpo y palabra, casa y obra, ella y yo, amante y marido, intimidad y comunidad, maternidad y enseñanza, obra y domesticidad. No invento, se trata de algunos de los lugares por los que Programa doméstico pasa sin pudor.

Apuntes y libro, debiéramos agregar a la serie, pues en efecto "Programa doméstico" se compila en la tensión entre el fragmento y la totalidad. Por un lado, las entradas no pierden su configuración como apuntes, su carácter de borrador aunque estén siendo publicados: abundan los puntos suspensivos como separación de pasajes, las numeraciones sin solución de continuidad, los subtítulos diversos que inauguran textos de diferente extensión, las listas, las palabras repetidas, los dibujos pegados entre los párrafos. Más por otro, se enlistan los capítulos, con un recorrido más ordenado: son seis, y se dirigen, no sin abismos, de la identidad a la obra, pasando por ese dispositivo poético en que estamos inmersos las personas y que Raquel tanto nos ha enseñado a observar, la vida cotidiana, que queda, como en toda su obra, en el corazón del libro. Mientras se hacen novela, los apuntes mantienen sus formas, ingresan con esa forma en otra forma. Dar forma al desorden que habitamos es el tema del libro, y de eso no se hace solamente un discurso sino también una imagen (un libro) posible.

Hacer implica siempre un recorte, apunta Raquel, y yo subrayo. Me pregunto cuáles habrán sido las pulsiones de este hacer. Las pulsiones de cada apunte al momento de escribirlo, las de guardarlos ante el tiempo, la de impulsar su publicación. Decisiones, recortes, dudas, en cada una
de las instancias. ¿Qué habría de tranquilizador en recortar? Y también, para atender al doblez, ¿
qué de inquietante? Mientras leemos nos damos cuenta es difícil entrar al pensamiento como texto. Para escribir y seguir pensando, pero también para leer y seguir pensando, es necesario mantener a raya los lugares comunes de la escucha. Sortear el idioma conocido para hablar de las artes visuales, y trata de ver juntas de qué nos están hablando. ¿A qué se referirá Raquel las muchas veces que menciona el tiempo en este libro?

La tensión con que se escriben estos apuntes, la decisión de mantenerla en el momento de ponerlos en circulación a través de un libro, hace que el texto se vaya modulando como pregunta, recordatorio, empuje, archivo... y hasta pedido.  En uno, la mujer va aclarando sus ideas y dice de repente "el cuerpo es materia": ¿y qué esperábamos que fuese? ¿por qué es necesario recordárnoslo? Los pedidos de Programa doméstico,
sus listas, sus versos, apuntan hacia esos olvidos espontáneos, estructurales, en que habitamos puesto que lo doméstico es una forma del inconsciente. Siempre se trata de otra cosa.

Hay preguntas y hay respuestas, como en toda enseñanza ("enseñaje" dice Raquel, y rima con paisaje...), pero como en toda buena enseñanza, estas no coinciden entre sí. "Uno se constituye desde las adjudicaciones. ¿Qué se adjudica al estudiante? ¿Qué al maestro? ¿Qué se le adjudica al artista?", se pregunta al final de una entrada, después de unos puntos suspensivos. La lista continúa, y es con ella que se encuentran la enseñanza, la maternidad y la obra, las tres juntas, como quien camina y sueña a la vez. Todas llegan tarde, cuando algo ya empezó a ser nombrado, y por lo tanto, debe sobre-imprimirse entre lo que está. Trabajar con esas adjudicaciones, entender la identidad como desorden, como "otra cosa", es una tarea material, es una tarea de la forma, es trabajo para el taller:


"La figura sale del barro. Buen tipo si sale rápido, no tanto si se resiste, pienso. Transpiro. En mi taller hace mucho calor, así como frío en invierno. Tengo que sentir y pensar, sentir al personaje y pensar en el moldeado, pensarlo en el cemento o en el bronce mientras modelo. Cada registro de herramienta quedará y dará más o menos énfasis al retrato. La forma definitiva pasará a ser parte del imaginario de la gente".

En esa narración el arte vuelve a tener cuerpo y casa, también sudor. En el camino una preocupación pasa de lo íntimo a lo comunitario. Es el momento más ciudadano del libro, si tomamos las palabras de Victoria, quien acierta al señalar que este libro contribuye a pensar las artes visuales (el nombre adjudicado) como forma transversal e indispensable de la construcción ciudadana y la cultura crítica. En medio de conversaciones desgastadas, Programa doméstico sostiene una
conversación necesaria y otra sobre nuestras vidas cotidianas que, felizmente, excede los claustros académicos, el mundillo y las prácticas de taller. La edición vuelve a insertar los apuntes al sitio donde se originaron.

Ese sitio desordenado del que nosotros también provenimos. Mientras los discursos y prácticas circulantes abandonan ese sitio (¿la realidad? ¿el deseo? ¿el cuerpo?) ese tiempo y espacio  quedan desamparados, vacíos. Raquel recuerda una acción colectiva y simbólica "donde pedíamos colaboración a la gente que circulaba en la peatonal para trasladar cajas vacías (...) remitiéndonos a la solidaridad que salvó la ciudad en las inundaciones".

En cierto modo, al vacío de esa caja solo se atreven los artistas, y esa es la pícara e infantil certeza desde la que Raquel nos mira en uno de los pasajes más conmovedores. Ahí donde coinciden, por una efímera vez,
la pregunta y la respuesta:

"En otra vida voy a ser superhéroe, decía Joa a los 18 años; a los 4 dibujaba superhéroes; a los 12 salía a la calle a hacer
acciones de superhéroe.

¿Qué es un superhéroe?

¿Los santos de las iglesias son superhéroes?, pregunta
Jano de 6 años.

¿Los críticos son superhéroes? ¿Lo son los curadores?

¿O tal vez los artistas?"





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acerca de Programa doméstico, de Raquel Minetti. Azogue. Paraná. 2021.

un sahumerio de jazmín

Falté a casa docenas de horas estos días, de modo que antes de dormirme enciendo una vela a medio hacer de las semanas pasadas. Saco una car...