domingo, 23 de junio de 2019

Quien fue muy lejos / quien no supo.

Los pasteles



El rostro desfigurado

de quien se atrevió

demasiado.



Ven dile que venga.



Quien fue muy lejos

quien no supo

de casualidad no has visto.



Ahí está

lo malo

que no sé

dónde se fue.
















Azahares para tu boda 





La intimidad


es una habitación


y la vida


los pasillos.





¿Mamasita, dónde estás?





La tempestad del afuera


se duplica en el adentro


y ya no hay lugar


para protegernos.





Pero también


su tranquilidad.





Para qué te digo 


que no


si sí.




















La carestía de la vida





Pues si es que


como todo:





los avaros suelen guardar


sus tesoros


debajo muebles pesados.





El estómago parece


colchón de una espuma.





Hay cosas que ni qué.





¿Tengo o no tengo


razón?














Maruja 





¿No tienes acaso tú


una parte misteriosa? 





¿Algo que el Botija


no sepa?





Siento


que ya no estoy


muy buena. 





¿Quiere contarme?





No.





Digo sí.





Digo,


¿quién sabe?










Doña trapos





Prefiero ser


secreta y sabia


como una tapia.





Pido.





Que fama y enojo


no nublen


como antes


mi entendimiento.





A cambio


prometo


el encanto


de una historia


recién 


nacida


ida


ida


ida.















sábado, 15 de junio de 2019

¿Qué vas a hacer ahora? / Dos poemas de Jorge Leonidas Escudero

Cuchicheo de estrellas



¿Adonde voy? No sé si llegue

pero voy.

anduve recogiendo piedritas

a ver si alguna me decía, por fin, 

que hallé oro y me volví rico y…

¿Qué vas a hacer ahora?






Y basta ya de esperanzas muertas,

ahora me dedico a escarbar en el papel

a ver si encuentro la palabra esa

que huye y se esconde,

se me atraganta en la mano

y justo antes de decirla

termina en nada.



Me pasa como allá en la montaña

cuando dormía a cielo abierto

y las estrellas cuchicheaban entre ellas:

Pobrecito,

dejará de buscar cuando se muera.






en Sobrevenir (2013)
















La transmutación del oro





Dormitaba en la plaza acurrucado


en un banco hacía frío había ido


a no sé qué.





El caso es estaba y de pronto


me alza un cóndor en alas y me lleva


a la Cordillera de los Andes.





Ahí vi contras las rocas florcitas amarillas


y ellas me reconocieron;


entonces les pasé la mano por encima,


suavemente


como cuando se acaricia un gato.


Estremecidas por el viento


me devolvieron el cariño arqueando el lomo,


apretándose a mi mano. Les digo


que hasta llegaron a runrunear.





Esto es más hermoso


que mi quimera del oro en esa Cordillera.





en Elucidario (1992)

un sahumerio de jazmín

Falté a casa docenas de horas estos días, de modo que antes de dormirme enciendo una vela a medio hacer de las semanas pasadas. Saco una car...