domingo, 28 de febrero de 2021

el got talent

 

Una mujer con alas de utilería llega al micrófono y se presenta. Alcanza a decirnos su nombre antes de llorar. Desde el jurado le consultan el motivo de sus lágrimas. Lleva todo el día muy emocionada. El tema que nos cantará significa mucho para ella.

El escenario es notable. Detrás, una pantalla led proyecta el logo del programa la mayor parte del tiempo, como si de un verdadero telón se tratase. Durante algunas presentaciones, las imágenes cambian en función de lo que está aconteciendo allí delante. En el borde superior cuelgan cruces en blanco, una por cada miembro del jurado, con sus nombres incluidos. Si durante el número ellos desacuerdan con lo que está sucediendo, presionan un botón rojo delante suyo: esto convierte la cruz superior de ese jurado, inmediatamente, al mismo color. El botón rojo no es usado siempre, sino apenas en los casos en que resulta necesario mostrar un disgusto excepcional. Si el desacuerdo con el talento mostrado no es para tanto, se espera a las valoraciones y votos. En estos puede expresarse lo negativo y ofrecer un "no" en lugar de un "sí".

También existe un botón para mostrar agrado excepcional. El botón dorado (golden buzzer, en su versión original) supone un pase directo a las semifinales. Cuando se aprieta, cae una lluvia de papel picado sobre el protagonista y la cruz del jurado que presionó se vuelve dorada. Incluso en cada edición suena una música característica del momento dorado. Es una ceremonia de imprevista consagración: los vídeos de botón dorado son una categoría aparte entre todos los que hay de cada got talent en youtube.

Además hay otra cruz, pero en el piso del escenario. Marca a los concursantes donde pararse. Al no estar acostumbrados a estar dentro de la tele sino a mirarla, no saben cuál es el mejor sitio donde estar para convertirse en imágenes.

La mujer alada está parada sobre su cruz. Tiene delante el micrófono, con pie y todo. Había perdido la ilusión de cantar hace más de diez años, cuando su pareja falleció. Comienzan a cerrarse los hilos sueltos entre su presencia, las alas y el rostro. Paz se sonríe y la mira, asintiendo. La desconocida con alas afirma que él es un ángel pleno. Los aplausos hacen de transición hacia la actuación.

Esos aplausos vienen de las plateas, repletas, pero también de unos balcones que cubren el añejo teatro. El público tiene que estar allí, volverse también él mismo una imagen. A su vez, su criterio (sus aplausos) sirve al jurado como ilustración de un talento. Un talento, aunque no se sepa nunca muy bien qué es ni qué implica, lleva implícita siempre una relación con esa multitud desconocida que logra, por intermedio del talento que les es revelado, vincularse íntimamente con quien está sobre escena.

En este caso, ¿a qué será que aplaude el público? ¿Al dolor de la muchacha o a la capacidad de su amante para volverse ángel? ¿Es una defensa ante la posibilidad de morirnos, como si aplaudiesen a la muerte para aplazarla por ruido? ¿O es un aplauso de coraje, que nos manda enfrentarnos juntos a lo que sucede?

Cuando comienza, la balada se nos hace conocida. Está en otro idioma, pero no importa: rescatamos algunas palabras del inglés. Noche, límite, corazón. Su voz está a la altura de las emociones. Se mimetizan talento y emoción, parece no pudieran separarse. En una compilación de "audiciones emocionantes" los editores han tenido el decoro de quitar las valoraciones posteriores. Aunque se esfuercen por no redundar ni repetirse, las palabras que continúen a las “audiciones emocionantes” son esquirlas de una ola mayor que ya llegó a su cresta y solo puede descender. 

Atravesando la desilusión, la mujer se ha parado allí a contar su historia. Durante los minutos de canción, sus manos se han movido conversando con un fantasma. La cámara capta esta coreografía minimalista, un contacto con la invisibilidad adyacente. Ha usado el escenario como una plataforma desde la cual mediar con otros mundos, a la vez que enunciarse en éste. Todo ese movimiento es tomado por jurado y público con naturalidad. Hay pudor y sorpresa, también lágrimas, pero nada de ello detiene lo que sucede en el escenario. En todo caso, lo prepara y acompaña.

Por necesitar el escenario, la historia parece no pertenecer del todo al yo. La mujer se para y cuenta su historia. Pero, ¿de dónde vienen las historia? Ésta por ejemplo, ¿de adentro suyo?, ¿del mundo pasando por su cuerpo? ¿Habla por sí ésta mujer? ¿o habla por quien ya no puede hablar?



Las veces en que el botón dorado se aprieta se enlazan inmediatamente a la emoción. Muchas veces es la emoción misma la que la provoca. Las compilaciones del American's got talent ejemplifican bien esa serie. Cristopher, acompañado por una mujer anciana (podría ser su mamá o su abuela, resulta es su abuela) canta The rose. Su voz es tremenda y el tema se desliza sobre las muchas formas que decimos es el amor cuando hablamos acerca de lo que desconocemos. A diferencia de su firme voz, su cuerpo ha temblado todo el momento previo y posterior. Acá la emoción es por lo frágil. En otro una niña pequeña y muy decidida canta los agudos al gritar this girl is on fire, fire, fire. Ahí la emoción es por lo pequeño. Susan Boyle regresa al ciclo que le dio fama e interpreta una balada omnipotente en que nos vuelve a hablar desde el corazón. Ahí el botón tiene que ver con la justicia.

Pero hay otros casos (y en la versión española también los hay) donde el botón dorado se conecta a la emoción en el momento mismo de darse. Tal vez lo que ha sucedido es del orden de la proeza, la maravilla o la técnica y no toca necesariamente la conmoción emocional de los cuerpos. Sin embargo, al otorgarse esa marca dorada como una corona de excepción para los participantes, estos se quiebran y ceden a la emoción por la dificultad, la justicia, el merecimiento, el logro...

Cuando la televisión trabaja en el lenguaje de los afectos nos descubre comunes, y no hay motivo para que ese dato le quite mérito. La emoción es esperable e igualadora, tal vez una de nuestras últimas ilusiones democráticas no sin razón interpelada por medios masivos y política por igual. Los niños con cáncer, las mujeres golpeadas y el chico que perdió a su amigo -y le canta que está celoso de la lluvia que sí lo puede tocar-, todos ellos también desfilan por las cruces  de asistentes y jurado. El pase vip recién conseguido los sorprende porque, aunque el relato se repita, las personas parecemos estar hechas de algo que no. Es en esa situación que lloran, como si dentro tuviesen un botón que al accionarse les permitiese derramar agua similar a la lluvia hecha en papel picado color oro que está cayendo encima de ellos.



El got talent se vuelve una novela sin guion. A medida que vemos los vídeos, y no importa en qué orden, los jurados, el presentador, incluso quienes llegan a actuar, se nos van haciendo más familiares cada vez. Sus reacciones se tornan esperables, o por esa misma codificación es posible aportarles expectativa, intriga o sorpresa. Como todo reality, el got talent comparte con las telenovelas una trama a ser revelada en el tiempo de emisión. El hecho de que esa trama no pueda ser escrita de antemano suma riesgos que parecen resultar atractivos al programa emitido.

Muchos no lo observan por la televisión sino a través de youtube. Por lo que se lee debajo de cada vídeo, parece tratarse de personas que no viven en España, y por ello no logran dar con espacios de emisión del envío, ya sea en cable o en línea. Son muchos los latinoamericanos que asisten al got talent desde sus remotos hogares tercermundistas. Los espectadores se vuelven sus propias madres
cuando, pongamos por caso, miran Elif por la pantalla de Telefe en nuestro país. Ésta otra novela no será turca, pero sí española y para distancias y otros paisajes parece lograr equivaler.

La mirada puede recortarse, ella también, sobre algún personaje como en toda novela. Volverlo nuestro favorito. Una de las últimas incorporaciones puede llenar ese lugar en el caso de Dani Martínez. Humorista contemporáneo en su tierra, se incorporó al got talent en la edición anterior, la de 2019. Su
comicidad se yergue desde el cuerpo y la improvisación de situaciones (sketchs) que otros jurados, conductor, público o participantes le permitan. Todo ello acorde a su pose y profesión.

Sin embargo, por las características del programa, las imágenes mueven a Dani hacia otro tipo de situaciones a la vez. El susto, el llanto y la seriedad también son habitados por su rostro en cada gala. Podemos asistir a la performance de sus ojos, donde además de sonrisa caben otras cosas.

Unas motos le pasan encima durante un juego de piruetas. Un bailarín francés se draguea y hunde el rostro de Dani sobre sus tetas de almohadón. Un grupo de niños refugiados marroquíes que han sido abandonados en la frontera se paran y cantan delante suyo. La necesidad de defender a una pareja de baile del juicio de Risto Meijide lo lleva a ponérsele de espaldas y menearle.

¿Sabrá Dani lo que hacen nuestros ojos con su cuerpo? En cada descolocamiento de sí mismo que el show provoca, caben cada vez más fantasías y posibilidades sobre su masculinidad. La otra noche una mujer se hacía la enamorada suya sobre el escenario mientras hundía un clavo sobre la nariz. De la punta de ese clavo colgaba el retrato de Dani Martínez. El galán estaba delante, aunque tuvo que darse vueltas varias veces y hasta tuvo miedo cuando esa Marilyn excéntrica le pidió que sacase la espada que acababa de ponerse entera dentro de la boca.


A veces las mujeres cantan, pero otras aparecen magos que hacen trucos de cartas u objetos, escapes o ilusión mental. Todo con audiencia y jurado por testigos y partícipes. Anterior a la que ahora se está emitiendo, el got talent español tuvo un jurado conformado por Dani Martínez, Risto Mejide, Edurne y Paz Padilla.  En la que se está emitiendo ahora falta Paz. Entre los comentarios de youtube, muchos se preguntan por la ausencia de Padilla, aclamada humorista en su país, que siempre ponía buen rollo al asunto y codiciaba la musculatura de los fortachones que se presentaban a levantar pesos por talento. Ella decía la pasaba mal en los números de riesgo. Santi Millán, el presentador del got talent, preguntaba a una Paz de ojos rojos qué le había parecido el número. Un muchacho acababa de sumergirse en una caja de cristal y agua por ocho minutos. Llevando al límite el tiempo sin respirar ("jugando con las cosas que necesitamos para vivir, el agua y el aire" dijo Edurne muy atinada esa noche), mientras buscaba zafarse de unas cadenas para poder salir. Ahí fue la vez que ella dijo no le gustaban esos números así, donde era necesario ponerse en tanto riesgo. “¿Por qué lo hacen?”, preguntó... “¿Por qué lo haces?”

La pregunta de Paz quedó sin respuesta esa noche. El muchacho contó algo acerca de las posibilidades e imposibilidades dentro de un cuerpo: él era del partido de lo posible. Pero la interrogación de Paz excedía a ese muchacho mojado que tenía delante y se ubicaba más allá.

Es curioso nadie recuerde esto en los comentarios a los vídeos que se están subiendo actualmente. En uno de ellos, la consulta se expresa así: "No entiendo por qué no está Paz en los vídeos. Los veo a Risto, Dani y Edurne pero no a Paz". Se trata de una escritura voraz, que pasa por el vídeo arrasando con todo su significado y llevándoselo consigo. La lectura que hace confunde vídeo y programa, y sin distinguir uno de otro se pregunta por qué no está Paz en el vídeo, y no en el programa.

Otra posibilidad es que de veras le hayan molestado los muchos comentarios en plan tío ofuscado de Risto. Mejide hace de duro. Su moral es alta, expresando siempre conceptos nobles acerca del valor, la bondad, el talento, la emoción, el público y la televisión. Su conducta juega a ser coherente e intachable. Lleva gafas de sol todo el tiempo, velando sus ojos. Una vez se puso romántico y dijo que esto era porque su prometida era la única que tenía derecho a verlos o que él solo tenía ojos para ella, una cosa por ahí.

Volviendo a nuestros ojos, a medida que pasan los vídeos por ellos se van prodigando memorias de una vida que nunca tuvimos pero con la que igual fantaseamos. ¿Qué canción cantaríamos sobre el escenario? ¿Qué tipo de alas de utilería llevaríamos con nosotros? Tal vez estos vídeos no lleguen a ser ficciones, sino algo menor, más rudimentario y previo. Fábulas o cuentitos apoyadas en un espacio más difuso e inestable entre vida, poesía y realidad. Aunque es cierto ninguno de esos tres términos logren equivalerse y tan solo se señalen mutuamente hasta necesitarnos.

un sahumerio de jazmín

Falté a casa docenas de horas estos días, de modo que antes de dormirme enciendo una vela a medio hacer de las semanas pasadas. Saco una car...